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El Gobierno continúa su asedio al INE con un nuevo nombramiento con sello político

La confesión de Calviño y los recientes cambios en el INE alimentan la sospecha de una creciente injerencia del Gobierno en la institución.

La confesión de Calviño y los recientes cambios en el INE alimentan la sospecha de una creciente injerencia del Gobierno en la institución.
Francisco Sabido, nuevo Director General de Cuentas Nacionales del INE. | Subdelegación del Gobierno en Cáceres

Hace apenas dos semanas, publiqué un artículo en Libre Mercado que analizaba la situación del Instituto Nacional de Estadística a raíz de la confesión realizada por Nadia Calviño en sus memorias, tituladas "Dos mil días en el Gobierno".

En ellas, desveló que ayudó al INE a estimar bien, a cambiar su metodología, porque el instituto estaba cometiendo graves errores, que distorsionaban la imagen real, según ella, de la marcha de la economía española. La realidad es que, como dije en dicho artículo, ella siempre defendió una recuperación de la economía española en forma de V y estaba siendo en forma de L, que hacía que la economía española siguiese todavía por debajo de los niveles de crecimiento previos al coronavirus. Adicionalmente, comenté que Carlos Segovia, en El Mundo, contaba que la propia Calviño abroncó a Rodríguez Poo y que le pidió la destitución de personas profesionales de larga tradición en el INE, porque no estaba contenta con los datos que ofrecía el instituto estadístico.

Rodríguez Poo se fue y desde entonces todo fue en línea con el Gobierno. Podríamos pensar, como hace meses, que podía ser una casualidad o una causalidad, y que deseábamos que fuese una casualidad, pero con el texto del libro de Calviño queda claro que hubo injerencia del Gobierno, que ha tratado de convertirlo en su CIS estadístico y que el ataque a la independencia del INE por parte del Gobierno constituye un hecho muy grave que mina la credibilidad de la institución.

Un nombramiento con sello político

Ahora, el Gobierno da una vuelta más de tuerca y con la reforma del estatuto del INE, aprobado recientemente, eleva la subdirección de cuentas nacionales a dirección general, a cuyo responsable nombra el Consejo de Ministros, de manera que es un nombramiento, ahora, claramente político, aunque el perfil de los directores generales deben responder a un perfil técnico, pues son el último punto de conexión con los técnicos y el primero con los políticos.

Nuevo nombramiento

De esta manera, este martes, el Gobierno ha nombrado a Francisco Sabido como Director General de Cuentas Nacionales del INE, en el que residirá la competencia metodológica. Francisco Sabido ha sido alto cargo en el gobierno extremeño, con el PSOE, y ha trabajado para la subdelegación del Gobierno en Cáceres. Obviamente, parece que puede tratarse de una persona próxima al PSOE o, al menos, de confianza o cercana, pero tampoco sería algo especialmente raro en unas circunstancias en las que no se hubiese producido ninguna injerencia del Gobierno en el INE.

Del mismo modo, si la nueva Dirección General de Cuentas Nacionales creada reforzase la independencia del INE, bien estaría, pero esa elevación de rango de lo que era una subdirección y su nombramiento por el Consejo de Ministros, en el contexto de la confesión de Calviño en su biografía, no contribuye a disipar dudas sobre el intento del gobierno de controlar el INE.

No es que Francisco Sabido no tenga la formación para ello, que sí que la tiene, tanto por su amplia experiencia profesional como por su pertenencia al Cuerpo Superior de Estadísticos del Estado —esos de los que parecía desconfiar Calviño, al enmendar al INE con su ayuda, según sus memorias—. Formación le sobra para el puesto. El problema es si el reconocido profesional se mantendrá firme técnicamente o si sucumbirá abducido por la política, como sucedió en su día con Escrivá, cuya formación y experiencia profesional son magníficas pero que, al ser nombrado ministro, dejó aparcada la técnica y se convirtió en un forofo destacado del sanchismo.

Como escribí hace un par de semanas, las revisiones de algunos de sus indicadores son normales y habituales, conforme se va contando con una información más fina que permite ajustar dichos indicadores, para que estos últimos den la imagen más real de la evolución de la magnitud medida. De esta manera, en la contabilidad nacional la revisión es un hecho normal que sucede durante un período de alrededor de entre tres y cuatro años, que comienza con el avance del PIB en contabilidad nacional trimestral, continúa con los principales resultados, le sigue la publicación de los principales agregados de la contabilidad nacional, y así sucesivamente hasta que el dato se asienta y se pueden construir de manera perfecta el marco input-output del ejercicio en cuestión, al cabo, como decimos, de alrededor de entre tres y cuatro años.

Por tanto, nada que objetar a que se produzcan revisiones al respecto, que es normal. Ahora bien, esas revisiones buscan mejorar el dato conforme se cuenta con un mayor número de indicadores para poder ajustarlo, pero la revisión es una mejora del dato, hacia arriba o hacia abajo, en términos de exactitud, pero sobre la base de un dato inicial calculado también de manera muy escrupulosa y técnica y que, por tanto, estará siempre bastante cerca del dato definitivo. Sin embargo, desde hace alrededor de tres años asistimos a las ya constantes revisiones muy volátiles que el INE realiza del crecimiento de la economía española, de manera que lo que empieza a no ser normal es que dichas revisiones sean habitualmente de una intensidad importante, que sean permanentes, que siempre sean en el mismo sentido y que terminen cuadrando las rúbricas que suben y bajan pero que mantiene invariable el dato final.

Y ese período de tres años coincide con la destitución disimulada como dimisión del anterior presidente del INE, el catedrático Rodríguez Poo, tras meses de fuertes presiones del Gobierno, que en público llegó a decir que el INE infraestimaba el crecimiento y sobrevaloraba el IPC. La vicepresidenta Calviño encabezó ese ataque contra el INE, llegando a crear en su ministerio un indicador diario de evolución del PIB, que ejercía como presión sobre el órgano oficial de estadística.

Con el relevo en la presidencia, el INE empezó a incrementar el crecimiento del PIB y a moderar el IPC, pero sobre todo a revisar muy al alza lo primero, la marcha de la actividad económica, de forma que iba convergiendo con las estimaciones del Gobierno, con revisiones que no eran normales, que han elevado el crecimiento en términos constantes de algún año en casi dos puntos.

Desde ese momento, las últimas publicaciones revisadas de la contabilidad nacional trimestral introducían mucho desasosiego a la hora de valorar la fiabilidad de la información estadística suministrada, ya que había revisiones abultadas, siempre al alza y en el sentido que parecía indicar el Gobierno. Además, se llegaba a dar la circunstancia, que se mantiene en las últimas revisiones, de que en ocasiones el dato intertrimestral o interanual global se mantiene, pero con cambios significativos en las rúbricas intermedias, de manera que lo que gana una rúbrica lo pierde otra, dejando el global sin cambios; con la publicación de los principales agregados en julio volvió a suceder lo mismo.

Por ello, escribí hace unos meses un artículo en Libre Mercado titulado "Casualidades y causalidades estadísticas", en el que decía que esperaba que el cambio en las estimaciones del INE coincidiendo con el relevo en la presidencia del instituto no fuese más que una casualidad y no una causalidad. Sin embargo, la confesión de Calviño siembra dudas sobre si el Gobierno ha intervenido el INE o no, de manera que las cifras publicadas por el instituto pueden no contar con tanta confianza como siempre han tenido.

En ese contexto de desconfianza por la injerencia gubernamental confesada por Calviño se enmarca la extrañeza de este cambio de estatuto del INE, donde se eleva a dirección general la subdirección de cuentas nacionales, y donde se nombra a su titular en el Consejo de Ministros, que conlleva una mayor dependencia política, aunque sea formal.

Como he escrito en reiteradas ocasiones en Libre Mercado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) siempre ha sido una institución de la máxima fiabilidad, como corresponde a un organismo estadístico serio. La estadística es una ciencia esencial para poder tomar decisiones en el día a día y ver los efectos que estas producen, sus posibles desviaciones y correcciones a realizar. Especialmente importante son todas las estadísticas oficiales que miden la actividad económica y el mercado de trabajo. Por eso, es vital que los organismos estadísticos sean completamente pulcros e independientes en su labor, de manera que no se produzcan filtraciones, en primer lugar, y, en segundo lugar, que los datos obedezcan al máximo rigor técnico. Es decir, puede haber equivocaciones, pero no manipulación si lo que se quiere es contar con una estadística fiable y comparable en el contexto nacional e internacional.

Ahí, Francisco Sabido tiene el trabajo por delante para hacer que el INE recupere su credibilidad y para ahuyentar la injerencia del Gobierno. Es lo que profesionalmente debe hacer para que haya fiabilidad tanto en las cuentas nacionales como en el conjunto de estadísticas del INE y lo que deseamos. Si, por el contrario, no fuese más que una mera correa de transmisión de los deseos del Gobierno para continuar con la injerencia confesada por Calviño, entonces la política habría acabado con el técnico profesional y, en lugar de cuentas, las cifras serían cuentos, con el consiguiente desprestigio, que no nos podemos permitir.

El INE debe mantener su sagrada y esencial independencia y el Gobierno no puede tener la tentación de tratar de convertirlo en "su" CIS estadístico, como parece que empezó a hacer con la intervención confesada por Calviño y que no sabemos si ahora intenta consolidar con estos últimos movimientos. El INE cuenta con directivos y profesionales magníficos, que tratan de velar por el mantenimiento de esa independencia, pero la intromisión desvelada por Calviño la pone en duda y deja en cuarentena cualquier cifra que publique el INE mientras no sea auditado de manera extraordinaria por Eurostat, que le permita recuperar su prestigio, menoscabado por la actitud confesada por Calviño.

Eurostat como árbitro necesario

Confiemos en que la independencia estadística de estos casi dos siglos se mantenga y que cualquier cambio que se produzca de ahora en adelante se explique detalladamente, con toda base técnica y que permita la comparación homogénea de las series, que el Gobierno deje de tratar de controlar el INE y que Eurostat pueda indicar el camino a seguir para restablecer el buen nombre que el Gobierno ha puesto en entredicho, tras la confesión de Calviño, y que la actuación de Francisco Sabido sea guiada única y exclusivamente por la técnica, sin injerencia política, porque, de lo contrario, sería gravísimo. El problema es que el precedente reconocido por Calviño es muy grave, y hace que se dude de algo que podría ser normal, pero que en el ámbito confesado por Calviño y en el generalizado del sanchismo, siempre puede esconder cualquier intento de intervención en la institución que tocan.

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