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Salarios estancados e inversión en retirada: Sánchez 'bosteza' ante el problema de la productividad

El crecimiento que hoy se publicita no se sustenta en una mayor eficiencia o en el salto hacia sectores de alto valor añadido.

La trampa de la productividad: España ante el espejo de la irrelevancia
España atraviesa una deriva económica que, bajo el barniz de los grandes agregados macroeconómicos, oculta una realidad alarmante: el país está sacrificando su prosperidad futura por un espejismo de crecimiento presente. El análisis de los datos recientes confirma una tendencia peligrosa donde la productividad, verdadero motor del bienestar a largo plazo, se ha convertido en la gran olvidada de la política nacional.

El crecimiento que hoy se publicita no se sustenta en una mayor eficiencia o en el salto hacia sectores de alto valor añadido. Por el contrario, nos encontramos ante un modelo basado en la anestesia del gasto público y una acumulación demográfica que, lejos de fortalecer el tejido productivo, está diluyendo el valor de nuestra economía. La deuda pública, que se ha incrementado en más de medio billón de euros en los últimos años, no está financiando una revolución tecnológica ni una mejora en la capacitación profesional, sino que sirve para sostener una estructura que ya no se mantiene por sí misma.

La fuga de talento y el declive del valor añadido

Uno de los síntomas más graves de esta enfermedad económica es el flujo migratorio laboral. Mientras España exporta talento joven y altamente cualificado —un tercio de nuestros emigrantes son jóvenes que no encuentran encaje en un mercado rígido y poco ambicioso—, el sistema importa mano de obra para puestos de escasa cualificación. Este intercambio desigual condena a España a una especialización en sectores de bajo valor añadido, alejándonos de la vanguardia europea.

Los datos de contabilidad nacional del tercer trimestre de 2025 son demoledores: la productividad por puesto de trabajo ha caído un 0,5% interanual. Esta pérdida de eficiencia es el preludio del empobrecimiento. No es casualidad que España haya dejado de converger con la Unión Europea; nuestro PIB per cápita en paridad de poder de compra retrocede, situándonos cada vez más lejos de la media comunitaria que una vez llegamos a superar.

Un cambio de rumbo imperativo

La competitividad no se decreta; se construye con reformas estructurales. La asfixia fiscal, el aumento de las cotizaciones y la incertidumbre generada por la falta de unos Presupuestos Generales del Estado son lastres que impiden la inversión. Si queremos evitar un empobrecimiento crónico, es esencial dinamizar el mercado laboral y reducir la carga sobre pymes y autónomos.

España no puede permitirse seguir creciendo por mera inercia poblacional o gasto artificial. O giramos hacia una economía de alto valor añadido y eficiencia productiva, o aceptamos con resignación que el futuro de las próximas generaciones será, por primera vez, menos próspero que el de sus padres.

En Libre Mercado

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