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El precio de reírse de Mahoma

Han intentado asesinarles, han quemado sus redacciones y les han agredido. Todo por mezclar Islam y humor. 

"Qué duro es ser amado por tontos", aseguraba un Mahoma con lágrimas en los ojos, desde la portada de Charlie Hebdo, semanario que este miércoles amaneció quemado en su sede en la capital francesa. Esta vez, el ataque, previsiblemente perpetrado por radicales islámicos, ha utilizado como excusa el número especial sobre el auge del islamismo que está expandiéndose en Túnez y Libia tras la Primavera árabe. Pero no son los primeros, ni los últimos en sufrir en sus carnes la ira radicales por atreverse a hacer humor con el Islam. 

El cénit de este enfrentamiento, se produjo en 2005 por la crisis de las viñetas de Mahoma, que acabó deviniendo en un verdadero conflicto diplomático. El lápiz del caricaturista Kurt Westergaard dibujó a un Mahoma con un explosivo dentro del turbante, para criticar la autocensura y el miedo que llevaba a todos los ilustradores a rechazar dibujar al profeta del Islam para un libro del escritor infantil Kare Bluitgen. El diario danés Jyllands-Posten apostó por la libertad de expresión y publicó las doce viñetas, desatando la ira radical que los consideró ofensivos y blasfemos. El islam es muy estricto respecto a la representación del rostro del profeta, por lo que una imagen crítica, representada por alguien ajeno a la religión supone una ofensa de primer grado.

Los Gobiernos de la mayoría de países islámicos exigieron una disculpa y rectificación al diario, y centenares de personas se echaron a las calles para criticar la blasfemia, produciéndose graves altercados en los que fallecieron 150 personas. Las legaciones de Dinamarca en países como Pakistán fueron quemadas, obligando al país europeo a retirar a sus embajadores en buena parte del mundo islámico. Lo que se inició como un conflicto entre la libertad de expresión y el respeto a las tradiciones religiosas tomó rápidamente un cariz de choque de civilizaciones. 

"Hacemos sátiras sobre Jesús, la familia real, los políticos. No satirizar a los musulmanes sería mostrar prejuicios", defendía la publicación, que permaneció firme en su decisión. Mientras, gobiernos islámicos llamaban al boicot de productos daneses y la prensa occidental tomaba postura: la mayor parte de los diarios escondieron la cabeza y no publicaron las viñetas. La postura exhibida por el semanario satírico español El Jueves fue sin duda la más sincera : ‘Nos hemos cagao’, adujeron desde su portada. Una minoría de los diarios apoyó al Jyllands Posten publicando esas mismas viñetas, sumándose al argumento de que el humor y la sátira no implica falta de respeto a las creencias religiosas. Magazinet, France Soir , Die Welt, Liberation o el citado semanario Charlie Hebdo consideraron entonces que las caricaturas no eran ni una blasfemia, ni una provocación, sino un legítimo ejercicio de libertad de expresión. El director del France Soir fue despedido por publicarlas.  

Pero no les salió gratis. El dibujante Kurt Westergaard sufrió varios intentos de asesinato por parte de radicales islámicos, y tuvo que esconderse durante más de tres años, temiendo por su vida. Su nombre se ha convertido desde entonces en símbolo de la cólera de una parte del mundo musulmán contra Dinamarca, así como el rotativo de Copenhague, contra el que la Policía desactivó un macro-atentado islamista que planeaba acabar con las vidas de todos sus trabajadores.

Caso similar ocurrió con ocurrió a su compañero de profesión Lars Vilks, que también retrató a Mahoma con cuerpo de perro en el diario sueco Nerikes Allehanda. Los continuos  intentos de asesinato, la quema de su casa, y las violentas agresiones le han llevado a "desaparecer del mapa", viviendo prácticamente en el anonimato bajo custodia policial. Al Qaeda ha puesto precio a la cabeza de ambos dibujantes.

Por la vía legal tampoco lo han tenido nada fácil quienes se han atrevido a mezclar humor e islam. Charlie Hebdo tuvo que sentarse en el banquillo del Tribunal Correccional de París para demostrar que las viñetas no atacaban al islam sino a los integristas; en contra de las denuncias presentadas por la Gran Mezquita de París y la Unión de Organizaciones islámicas de Francia que lo acusaban de haber cometido un delito de "injurias públicas contra un grupo de personas en razón de su religión". 

Además Kurt Westergaard y los otro diecinueve periodistas que publicaron sus viñetas en el Jyllands Posten están siendo juzgados por un Tribunal jordano por un delito de blasfemia. Una coalición de académicos, juristas, sindicalistas, periodistas, abogados y políticos llamada El Profeta de Dios nos une denunció los hechos ante la Fiscalía jordana, que acusó a los dibujantes de "blasfemia contra el profeta Mahoma y humillación al Islam y a los musulmanes". El juicio se ha iniciado sin  presencia de los acusados, y están siendo juzgados en rebeldía. 

Tanto Westergaard como Vilks se han dejado la voz defendiendo que sus dibujos no estaban dirigidos contra el Islam como tal; amaparándose en una libertad de expresión que entraña también la falta de respeto que puede herir u ofender a sectores, etnias o religiones. 

 

 

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