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El poder de internet para tumbar dictaduras

Los vientos de revolución de Túnez están extendiéndose a todo el mundo árabe como una plaga. Las tiranías tienen nueva bestia negra: Twitter.

"¿Vamos a convertirnos en víctimas de Facebook y Youtube?". Es la pregunta que lanzaba el dictador libio, Muhuamar Gadafi a Ben Alí cuando comenzaron las protestas en Túnez. Lo que trataban de ser palabras tranquilizadoras para su homólogo, cobraron rápidamente un cariz providencial. Días después, los ciudadanos derrocaban a Ali– por primera vez en la historia del mundo árabe- saliendo a la calle convocados por esas mismas redes sociales. Asumiendo el postulado de Gadafi, caía la primera víctima del descontento popular.

Y es que, amén de la revolución en sí, el gran protagonista de las convulsiones iniciadas por Túnez está siendo el activismo de la sociedad civil, canalizadas a través de las mismas redes. Cuando los medios de comunicación, los sindicatos, el poder judicial y político, están sojuzgados por el poder omnívoro de los dictadores; la libertad de expresión encuentra su mejor aliado en la Red. Y aquí entran en escena el triunvirato de las protestas 2.0: Twitter, Facebook y Youtube.

Nacer en Irán, crecer en Túnez...¿Culminar en Egipto?

Lo ocurrido en la 'Revolución de los Jazmines' continúa el camino trazado por la Marcha Verde, cuando los iraníes se levantaron contra un embuste electoral, sorteando la censura con convocatorias a través de la Internet. El régimen de Ahmadineyad reaccionó para evitar el efecto multiplicador: se prohibieron los sms y correos electrónicos que instasen a levantarse contra el dictador. Varios de los opositores fueron ahorcados.

A pesar de los avisos, Ben Alí llegó tarde. Cuando quiso desplegar la maquinaria opresora sobre la red, los tunecinos ya habían compartido cientos de enlaces en los que se informaba sobre Mohamed Bouazizi y su desesperado suicidio. La mecha estaba prendida. El tunecino minusvaloró los hechos, y consideró que encarcelando a las cabezas visibles de la ciberdisidencia sería suficiente, pero el fenómeno era ya imparable. Hoy, uno de ellos los detenidos, Slim Amamou, forma parte del gobierno de coalición provisional que trata de liderar la transición en Túnez. Un signo tremendamente esperanzador.

Los egipcios, interconectados con los blogueros que capitanearon las protestas contra Ali, se han volcado en Internet. Durante esta semana #Egypt y #Jan25 – 25 de Enero, día de comienzo de las protestas- han sido una de las etiquetas más mencionadas en Twitter, síntoma inequívoco de que algo se estaba fraguando. El grupo de Facebook We Are All Khaled Said ha congregado todas las movilizaciones, así como las denuncias de acoso policial o incidentes en las calles cairotas. Este grupo –que lleva el nombre de un joven torturado, todo un símbolo de la lucha contra la brutalidad policial- informa al instante de lo que sucede en los diferentes focos de las protestas por todo el país. Han generado un flujo de valiosa información del que se nutre la prensa internacional si realmente quiere conocer qué es lo que está ocurriendo.

Los internautas, incluso, han creado un mapa interactivo que detalla las denuncias de acoso y las próximas movilizaciones. Todo, bajo el miso propósito: derrocar a Mubarak.

Egipto: el cerrojazo llega tarde

El Gobierno egipcio dijo basta este martes y cerró el acceso a Twitter. Y siguió sin ser suficiente. Después, llegó la mordaza a la red de teléfonos móviles y a Internet en general. Y aún así, las calles continúan llenas de manifestantes perfectamente coordinados coreando consignas contra su sátrapa. En esta colección de hechos sin precedentes que ya suman las revueltas en el mundo árabe, una de las más destacadas es la decisión de Egipto de contraatacar a las protestas cortando la conexión a Internet.

Las nuevas tecnologías de la información han heredado el papel agitador de los pasquines y los panfletos, contribuyendo a encauzar una revolución inevitable. Aunque no fueron su causa, sí han proporcionado las herramientas para que un país oprimido, pudiera encontrar el lugar común en el que decir 'Basta Ya'.

Ahora, los egipcios lo tendrán ciertamente complicado para organizarse. Sin teléfonos móviles, ni conexión a Internet, volver a organizar otro "Viernes de la ira" será más complicado. Pero la semilla se ha puesto, y ha despertado a la población. Hasta el momento, los internautas han logrado sortear la censura y continuar ejerciendo presión en la Red, y esperan seguir burlando las prohibiciones.

Marruecos, mientras tanto, se encuentra dando desesperados giros de timón tratando de repeler el contagio de las revoluciones populares. El reino alauí es uno de los más firmes candidatos a caer ante la onda expansiva, y ha optado por "atacar" las arcas públicas antes de que sea demasiado tarde. Mohamed VI ha anunciado que subvencionará los productos básicos, para evitar que los precios siguieran subiendo y creciera el descontento popular. Una medida a todas luces desesperada, encaminada a repeler más "Revueltas del pan" como las que ya  ha sufrido el país.

Sea como fuere, el de Egipto ha sido un movimiento espontáneo y local, sin más padre que el hastío ante el dictador. De producirse, la caída de Mubarak repercutiría en todo el Magreb con contundencia. De hecho, uno de los mensajes más difundidos entre población marroquí desvela su naturaleza tremendamente esperanzadora: "Ayer todos éramos tunecinos, hoy todos somos egipcios y mañana todos seremos libres", aseguraba.

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