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Gallardón por fin ve premiada su ambición

El hasta ahora alcalde es uno de los políticos que más años lleva en cargos de responsabilidad, aunque no había dado el salto a la política nacional.

Con 53 años recién cumplidos Alberto Ruiz Gallardón ha visto cumplido por fin uno de sus sueños (aunque por ahora, probablemente sigue sin cumplir su "gran sueño"): saltar a la política nacional y ocupar un asiento en el banco azul, es decir, el destinado a los miembros del Gobierno. Ocupará la cartera de Justicia.

Así culmina, al menos por ahora, una de las carreras más dilatadas de la política española, desde que en 1983 fuese elegido concejal en el ayuntamiento de Madrid y abandonase el puesto que acababa de ganar como fiscal de la Audiencia Provincial de Málaga.

Durante los 80 se le identificó con el ala más rancia de una Alianza Popular todavía dominada por Manuel Fraga, e incluso llegó a ser Secretario General del partido durante un periodo transitorio.

En esta época, de hecho, su cercanía con Fraga era más que notable (una fuerte amistad sigue uniéndole al Presidente Fundador del PP), lo que no impidió que Antonio Hernández Mancha lo nombrase vicepresidente de la formación cuando, en julio de 1987, fue elegido para sustituir a Fraga al frente del partido.

Eso fue lo más alto que llegó dentro del PP, aunque actualmente tiene una más que notable influencia en la dirección popular.

Poder regional y municipal

Además de su vida dentro el partido, a finales de los 80 reorientó su carrera política hacia la Comunidad de Madrid. Ya en 1987 fue el cabeza de lista, logrando un resultado sensiblemente inferior al del por entonces líder regional del PSOE, Joaquín Leguina. Sin embargo, la suma de diputados de AP y CDS suponía una mayoría absoluta justa que podía haber llevado a la presidencia a Gallardón en 1989, tras los pactos entre ambos partidos.

Pero un diputado de AP que había abandonado el partido poco antes impidió el cambio, así que Gallardón tuvo que esperar todavía seis años más, hasta 1995, cuando logró una importante mayoría absoluta (ya en 1991 había sido el partido más votado pero PSOE e IU se coaligaron para seguir dominando la institución).

Repitió una segunda legislatura como presidente en la Comunidad de Madrid y luego pasó en 2003 a la alcaldía de la capital. Esta primera gestión en la Comunidad de Madrid no levantó demasiadas críticas si bien posteriormente se le han ido descubriendo no pocos flancos débiles.

Lo más destacado de su paso por la presidencia autonómica fue como dotó de competencias a la comunidad arrebatándoselas en muchos casos al ayuntamiento. En el plano político personal, probablemente lo sustancial fue la forma en que incluso antes de ser elegido se había ido desplazando hacia un "centro" que al final quedaba casi escorado a la izquierda: contó para sus equipos con gente llegada de la izquierda intelectual y cultural y culminó su acercamiento a medios de comunicación habitualmente identificados con el Partido Socialista, especialmente al Grupo Prisa.

Tan es así que El País llegó a promoverle como recambio de José María Aznar y "candidato de consenso" tras el ajustado resultado electoral de 1996.

El Ayuntamiento de las deudas

En el Ayuntamiento la historia ha sido diferente y su gestión ha recibido muchas más críticas, a pesar de lo cual ha logrado tres mayorías absolutas. Mayorías que se suman a las dos que consiguió en la comunidad y le han dado un aura de invencible poderío electoral.

Justo es señalar que todos estos triunfos se han logrado frente a rivales de escasísima entidad: un Leguina en franca decadencia y Cristina Almeida en la Comunidad; y Trinidad Jiménez, Miguel Sebastián y Jaime Lissavetzky en el Ayuntamiento. Además, la última tuvo un sabor bastante más agridulce: en las elecciones de mayo de este año Gallardón fue, junto con el Francisco Camps de los trajes el único político relevante del PP que sufrió un severo retroceso.

Pero como decíamos, y pese a atesorar tres victorias electorales consecutivas, su gestión municipal ha sido muy criticada, principalmente por el crecimiento exponencial de la deuda, que se ha disparado llegando a alcanzar la fabulosa cifra de unos 8.000 millones de euros, 1,3 billones de las antiguas pesetas.

El inmenso agujero se debe en buena parte a las faraónicas obras de la M30, pero también ha crecido por una gestión de más que dudosa eficacia y por otros proyectos igualmente faraónicos y mucho más cuestionables: desde fiascos olímpicos como la Caja Mágica (300 millones de euros y ningún uso de importancia la mayor parte del año), hasta el despropósito de un ayuntamiento – galería de arte – sede cultural, el Palacio de Cibeles, que ha costado a los madrileños más de 500 millones de euros.

Mientras tanto, proveedores de todas las áreas del Ayuntamiento acumulaban facturas impagadas, en algunos casos por cifras astronómicas: sólo a las empresas que se encargan de la limpieza de las calles y la recogida de las basuras llegó a deberles 500 millones de euros.

La deuda también se ha visto acompañada de los sucesivos y criticados fracasos olímpicos, sobre todo el segundo que ha sido interpretado como una auténtica "cabezonada" del alcalde.

Ambición máxima

Si algo ha caracterizado la carrera de Gallardón como político ha sido su ambición, no sólo inmensa sino también muy poco disimulada. Así, no ha tenido reparos en reconocer en muchas ocasiones que su meta como político era la presidencia del Gobierno y siempre ha procurado transmitir una sensación de "hombre de paso" en los cargos que ha ostentado.

De hecho, tal ambición le ha hecho cometer algunos sonadísimos errores, especialmente cuando se postuló para las listas del Congreso en 2008 para, finalmente, no ser incluido en las listas tras un brutal enfrentamiento con Esperanza Aguirre. Entonces, por cierto, llegó a asegurar que iba a abandonar la política.

Probablemente también ha sido esa ambición lo que le ha llevado a tomas de posición cuanto menos cuestionables: en muchas ocasiones se ha situado frente a la opinión mayoritaria de su partido en temas clave (como el matrimonio gay); y en otras ha sido el abanderado de un giro que ha acabado arrastrando a todo el PP, como en lo referente al 11M, con querellas a periodistas como Federico Jiménez Losantos incluidas.

Gallardón ha logrado hoy lo que puede ser un broche de oro para su carrera política. La pregunta ahora es... ¿se conformará con esto?

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