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Alberto Míguez

Las hogueras de Belgrado

Arde Belgrado y el resplandor de este fuego tal vez anuncie el final del régimen. Escribo tal vez aunque querría escribir ojalá.

En las próximas horas se jugará el futuro de un país destruido y de un pueblo sucesivamente engañado por el dictador. Todo a su debido tiempo y sin agobio.

Tal vez este jueves transcurrió el último minuto de la guerra fría. Eso, al menos, les gustaría a muchos. Pero conviene no confundir deseos con realidades.

La realidad es que el despertar de Serbia será largo y difícil. Necesitará el apoyo de quienes hace apenas unos meses enviaron sus aviones para darle una lección brutal a Milósevic: tal vez ahora empiecen a recogerse los frutos de aquella terrible lección, aunque muchas fueran los voces que pronosticaban larga vida al tirano porque los aviones de la OTAN se la alargaban indebidamente.

Qué buen momento ahora para elaborar una antología de la estupidez. Los estúpidos tienen la memoria corta y ya se habrán olvidado de lo que entonces sentenciaron. Ahora se trata de reconstruir lo que Milósevic destruyó a conciencia y en compañía de otros. Con el problema añadido de que un país derrotado y miserable tiene dificultades suplementarias para ponerse en pie, reconocerse y autoestimarse. Todo es complicado e imprevisible porque los sátrapas no se limitan a destruir lo que pillan: acaban con la conciencia y los valores de todo el mundo, amigos y adversarios. Contaminan.

El grito unánime en Washington, Bruselas y Paris era: ayudemos a los demócratas serbios. Había una pizca de mala conciencia y este sentimiento no es recomendable. Lo que suceda este viernes en Belgrado no podrán inventarlo los europeos del Oeste ni los rusos que tardaron en reaccionar muchas horas.

La palabra la tiene la oposición democrática, el ejército (¡todavía!) y tal vez los amigos del dictador que están desembarcando a marchas forzadas en las filas contrarias. Sólo un pacto entre todas esas fuerzas permitirá una transición pacífica sin que la sombra de Slobo envenene los sueños de tanta gente.

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