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El nuevo furor genetista no conoce límite, y con la constatación de que la ciencia puede conocer la secuencia completa el genoma humano se hacen fuertes las ideas más reduccionistas sobre la capacidad del ADN de imprimir huella en cada una de nuestras manifestaciones como seres vivos.

Durante décadas, uno de los aspectos más controvertidos de la biología molecular era el que se engloba en la llamada genética del comportamiento. A la luz de la casuística y de grandes dosis de pensamiento preconcebido, algunos investigadores se han empeñado en demostrar que en los genes yace no sólo la clave de la fisiología humana sino también el secreto de nuestros actos. En inglés la polémica entre nurture y nature (ambiente o herencia) ha alimentado buena parte de los debates más interesantes de las nuevas psicología y genética.

William Wright, que ha brillado sobre todo como periodista y escritor, pero que demuestra sus lustrosas incursiones en el mundo académico de la ciencia de la mente, toma descaradamente partido por el valor de la herencia molecular en la escultura de nuestras personalidades. El gen no sólo determina cómo somos, también controla lo que pensamos y cómo nos comportamos.

Advirtamos antes de nada que leer solamente este libro puede ser perjudicial para la salud intelectual. Como toda obra parida con un objetivo, peca de exceso de sesgo en el manejo de las fuentes y rezuma partidismo. Es recomendable, pues, la compensación con lecturas de signo distinto antes de decidir. Sin embargo, su exposición del panorama general de la genética del comportamiento es de las más completas que pueden encontrarse. Wright defiende sus tesis sobre el estudio de gemelos univitelinos criados en ambientes distintos. La similitud de sus comportamientos, constada empíricamente hasta la saciedad, es una de las bases sobre la que se sustenta esta disciplina a medio camino entre lo biológico y lo psicológico. Se obvia advertir al lector, sin embargo, que la epidemiología no suele tener rango de ley en el mundo de la ciencia. Es, simplemente, un vector estadístico que luego hay que confirmar en el laboratorio y ahí es dónde flaquea la tesis de Wright.

Sin embargo, no hay que negarle al libro un importante valor documental y de consulta. Sin duda, los fervientes defensores de la idea de que en el gen reside el origen de nuestros actos encontrarán aquí argumentos para la tertulia. Los opositores sabrán hallar cantidades ingentes de lagunas por dónde replicar y podrán dormir con la tranquilidad de que, al menos, conocen al enemigo.

William Wright, Genes, conducta y personalidad Taurus. 370 páginas.

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