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Alberto Míguez

Ni olvido ni perdón

Tampoco ayer, en el sagrado Día del Perdón (Yoon Kipur) callaron las armas en Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Hace 27 años ya que Israel entró en guerra total con sus vecinos y a punto está en repetir la suerte cuando los propios palestinos cometen los mismos errores que sus odiados ocupantes: el incendio de la Tumba de José es una prueba suplementaria de la secular torpeza árabe para imaginar situaciones imposibles de las que normalmente salen con los brazos al aire y sin zapatos.

Aunque Arafat se cabree en Formentor ante la complaciente y húmeda mirada de su amigo Aznar, lo sucedido en los últimos días demuestra con creces que el viejo “fedayin” es incapaz de controlar a sus huestes. O, lo que es peor, que estos honderos entusiastas son incontrolables. Basta una chispa superficial para estrellarlos contra un muro: los israelíes lo saben y esperan el incendio cantando y con el arma al brazo.

Las enseñanzas del pasado no han servido para nada a los compatriotas de Arafat que prefieren el olvido de un pasado destructor al perdón por un presente inmóvil y sin salida.

Los palestinos y los amigos árabes saben de sobra que cuando la máquina guerrera de Tsahall (el ejército israelí) sepone en marcha no hay quien la pare ni quién la venza. Así sucedió hasta ahora aunque reconocerlo sea políticamente inconveniente. Olvidar estas realidades ahora además de inocente es suicida. Elk olvido es, a veces, suicida.

Los israelíes no quieren caminar como corderos hacia el sacrificio: eso sí lo tienen claro. Por mucha algarabía popular que se arme en los países árabes (ayer, en Marruecos, medio millón de súbditos en la calle) esta voluntad es indeclinable.

La máquina de guerra israelí puede aniquilar en unas horas a los ejércitos y bandas armadas del Líbano y Siria. Quien sea tan estúpido o tan ciego que no asuma tal evidencia, lo pagará muy caro. Líbano y Siria están en el punto de mira de los generales hebreos y sólo una gestión urgente de Estados Unidos (Europa no sabe, no contesta por enésima vez. Chirac, como siempre derrocha torpeza, Aznar se prueba en La Moncloa la cofia blanca y negra que le regaló el querido Yasser) puede evitar en las próximas horas la avalancha.

Los líderes árabes –Arafat incluido, en caso de que mande algo- deben escoger entre el odio inútil y la catástrofe a medio plazo. Israel, una vez más, se ve obligado a golpear para sobrevivir. Terrible, inevitable destino en este Día del Perdón.

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