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Libertad de comercio

Parece un grito decimonónico, superado, antiguo. No es así, para vergüenza del sentido común. Todavía es una minoría exigente la que defiende la libertad de comercio en su lato sentido. Cuando los llamados “piquetes informativos” (qué sarcasmo) impiden por la fuerza el ejercicio del comercio, nadie parece alarmarse mucho. Cuando se propone una tímida liberalización del horario comercial, el clamor dominante vuelve a ser “vivan las cadenas”. No las cadenas comerciales, claro está, sino las que restringen la libertad de comprar y vender a cualquier hora. Lo lógico sería que los comercios abrieran a voluntad, cuando vieran que hay clientes potenciales.

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