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Arzalluz, defensor de la Bonafini

Hebe de Bonafini, una de las madres-abuelas de la bonaerense Plaza de Mayo, ha conseguido recuperar una popularidad repentina con la que no contaba, en su nueva calidad de defensora de los derechos humanos de los etarras presos, y por tachar de torturador al Estado español que mantiene entre rejas a tales etarras. Pobrecillos, los etarras, y pobrecilla doña Hebe, abandonada por las otras madres-abuelas, por razón de sus desvaríos y chocheces varias.

Pero a doña Hebe, quién lo iba a suponer, le ha salido un abogado defensor del fuste de Arzalluz, nada menos. El pope Arzalluz coincide con doña Hebe en recordar que también los etarras tienen madres, esposas, hijos, de los que no solemos acordarnos. Y sufren, dice el compasivo ex-jesuita, que llega un poco más allá al proclamar, como doña Hebe, que el gobierno español actúa de forma desalmada al alejar a los hijos de las madres "por muy delincuentes que sean en su Código". En el Código del Gobierno español, de los jueces, de la población que es designada, elegida y asesinada por esos "hijos de sus madres" y que, seguidamente –cuando es posible- son detenidos, juzgados y cumplen la correspondiente condena de un estado de Derecho.

Hay códigos y códigos, ETA también los tiene y los practica: entran en sus objetivos, como enemigos a batir, quienes son condenados servidores del Estado "enemigo" y quien quiera que se les aproxime, acerque o pase por allí.

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