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Condescendencia peligrosa

La condescendencia con la que Aznar viene tratando a Zapatero -más propia de dos amigos o de un mentor a un heredero, que de rivales políticos- se torna absurda cuando se refiere a la delicada y decisiva cuestión vasca. En política son mucho más importantes los hechos que los dichos. En los dichos, Zapatero repite como un disco rayado que es leal a la política antiterrorista del Gobierno, en los hechos es persistente y profundamente desleal. Lo más curioso es que el Gobierno es incapaz de decirlo porque asume, en el fondo, la posición de equidistancia en la que se mueve el PSOE, de forma que si el PNV legitima a Eta, el PSOE legitima al PNV, con lo que en lógica aristotélica el PSOE legitima indirectamente a Eta. Son los meandros y las curvas de los que habla el presidente del Gobierno con circunloquios espesos.

La confusión socialista es partir del error de considerar la unidad de los demócratas como un espacio en blanco que toca a los partidos rellenar a su libre arbitrio, de forma que al final es el pacto entre los partidos, sea éste cual sea, y por supuesto con el PNV como el legitimador del hipotético acuerdo. Esto no es otra cosa que la reedición del fracasado pacto de Ajuria Enea, roto en mil pedazos precisamente por el clan Arzalluz (encima tiene el Rh maketo, el muy hipócrita). La unidad de los demócratas fue explicitada plebiscitariamente en las manifestaciones contra el asesinato de Miguel Ángel Blanco y tiene una base objetiva: el rechazo democrático a cualquier cesión (es lo que exigieron los terroristas con las cuarenta y ocho horas de últimatum y tortura) hacia el terrorismo, tanto penitenciaria como política. Esa unidad se manifiesta en todas las encuestas, y ahora mismo propone la cadena perpetua, posición perfectamente legítima y coherente, fruto de años de reflexión a la luz de la experiencia. La democracia es un sistema basado en la opinión pública, no una casta de políticos, ni una estructura de corporaciones.

Dado que el PNV rompió esa unida llegando a acuerdos directos e indirectos con los pistoleros del terrorismo nacionalista, y estableciendo una unidad de acción política con Eta-Hb, el PSOE no hace otra cosa que romper sistemáticamente la unidad de los demócratas. Si el Gobierno lo dijera, el PSOE no tendría más remedio que abandonar esta posición acanallada, porque sus militantes y sus votantes sí están a favor de la política de firmeza (Mayor Oreja es el político mejor valorado por personas de todos los signos políticos). El PSOE no quiere -dicen- dar la imagen de estar supeditado al Gobierno, pero lo curioso es que el Gobierno empieza a dar demasiado la imagen de estar supeditado al PSOE. Es un error de Aznar que en otras cuestiones sería grave y que en esta materia es peligroso.

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