La noticia de que los empresarios españoles se encuentran, presuntamente, en manos de chechenos no suscita mucho optimismo. Hasta el momento, había expectativas de que hubieran sido capturados por algún grupo opositor georgiano. Estos grupos cometen a veces secuestros, simplemente, para atraer la atención hacia su “lucha”. El cautiverio, en estos casos, dura un par de días. Los georgianos son un pueblo hospitalario y el único riesgo que corren los secuestrados -“guenatsvali” (amigos en georgiano)- es emborracharse sin límite, según la costumbre local, brindando por su propia salud y la de algún cacique.
Pero, al parecer, este caso es distinto. Las bandas chechenas son mucho más peligrosas y se les conoce por sus bestialidades. A veces secuestran para pedir un rescate multimillonario, a veces para sacrificar a sus víctimas. Así murió en Chechenia, hace tres años, una enfermera sevillana de la Cruz Roja, Fernanda Colado, y sus compañeros; y también decenas de técnicos y periodistas europeos que se aventuraron a trabajar en Chechenia. La foto con sus cabezas cortadas recorrió el mundo.
El secuestro de gente -que se convirtió en el primer negocio de los chechenos bajo el régimen islamista en los años noventa- fue uno de los motivos de la operación de castigo que emprendió el Kremlin el año pasado y que dura hasta ahora. En agosto de 1999, antes de empezar esta operación, en Chechenia había 46.000 esclavos, especialmente rusos. Fueron secuestrados y obligados a trabajar en las fincas de los señores de la guerra. Les sometían a todo tipo de torturas físicas y morales, ya que no podían pagar su rescate. Había también 5.000 secuestrados en espera de rescate. Los que se negaban a pagar y a trabajar -unas 1.500 personas- fueron ejecutados.
Esta es la cruda realidad, que pide medidas urgentes tanto por parte de las autoridades georgianas como de las españolas.

¿Los chechenos omnipresentes?
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