José María Aznar ha despejado con ironía el recrudecimiento del debate sobre su sucesión en el seno del PP. Por su parte, el partido socialista lo sitúa en la estela de la consolidación del liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo primero es una frivolidad, lo segundo un mero argumento de propaganda. Situar las declaraciones de Mariano Rajoy en el campo de lo afectuoso es salirse por la tangente. Hemos de entender que cuando el vicepresidente primero del Gobierno entra en terreno pantanoso lo hace con pretensiones de seriedad política y consciente de que el debate es serio, de calado y no afecta sólo a un grupo de amigos que se sientan en los sillones del Consejo de Ministros sino a representantes populares de una democracia donde las cuestiones se debaten en la opinión pública. Hemos de suponer que Rajoy no ha tenido una ocurrencia de amiguete.
Las declaraciones de Niza dan a entender que Aznar no ha comprendido -como les sucede a los socialistas al ligar la materia con el efecto Zapatero- que el debate tiene entidad en sí y parte de un elemento de confusión, que podría conducir a un déficit democrático. A día de hoy no se conocen bien los mecanismos sucesorios. Hemos de suponer que tal cuestión se decide dentro del PP en el ámbito de un Congreso, pero desconocemos la forma de presentación de candidaturas o de su selección. Todo eso afecta a la legitimidad de origen del heredero de Aznar dentro de su partido.
La intervención de Rodrigo Rato en la polémica indicando con rotundidad que su candidato es Aznar sugiere una retahíla de adhesiones en los próximos días. Está muy generalizada en el PP la convicción de que el mejor cartel electoral es Aznar. El éxito de Niza es un indicador más. Pero incluso la cuestión transciende al propio Aznar y la misma promesa reiterada en Francia de su voluntaria limitación de mandatos. Por encima de nominalismos, la cuestión es doble: ¿cuál es el mecanismo de la sucesión?, ¿no se merman las posibilidades de un candidato nominado en el 2003 sin campaña previa frente a otro establecido durante toda la legislatura?. E incluso admite un corolario: si Aznar se mantiene como presidente del partido mientras da paso a un candidato, ¿no generaría ello una arriesgada bicefalia?

Dos desenfoques y una bicefalia
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