Este artículo plantea un asunto muy discutido entre los liberales. El consejo editorial de Libertad Digital decidió publicarlo vinculado con el escrito por Federico Jiménez Losantos, en el que fija su opinión sobre el tema.
El primero de diciembre, un juez chileno izquierdista –Juan Guzmán- ordenó el arresto y enjuiciamiento del general Augusto Pinochet. Se trata de una acción política, más que legal. Ello viola la amnistía declarada a favor de tanto el gobierno militar como de los terroristas marxistas, varios de los cuales son ahora miembros del gobierno. Tal triunfo de la propaganda sobre las leyes pone en duda la vigencia del estado de derecho en Chile y también la reconciliación lograda por Pinochet antes de dejar la presidencia en 1990.
El juez Guzmán se sintió envalentonado por la última elección, que con un margen mínimo llevó al poder a una coalición socialista. Eso ha agrietado la confianza del sector privado en el país que encabezó las reformas de mercado y las privatizaciones en América Latina. Si se le sigue un juicio al jefe del gobierno que inició la reforma económica latinoamericana, la izquierda se sentirá victoriosa y los mercados del hemisferio sufrirán fuertes convulsiones.
Pinochet fue satanizado por la propaganda soviética a comienzos de los años 70, cuando logró impedir que Chile se convirtiera en otra Cuba. Aunque Pinochet presidía un gobierno militar, sus ministros eran civiles educados en las mejores universidades de Estados Unidos. Ellos construyeron las instituciones de una sociedad libre y, una vez completado el trabajo, Pinochet dejó la presidencia.
Hay mucho escondido tras la persecución de Pinochet. Al desacreditarlo, la izquierda pretende desacreditar también sus reformas económicas y políticas. Tales reformas y no un anciano enfermo son el verdadero blanco. Una vez desacreditado Pinochet, la izquierda insistirá en el reemplazo de todas esas “injustas” instituciones liberales.
Al privatizar las pensiones del Seguro Social y la asistencia médica, Pinochet le cercenó a la izquierda las dos principales maneras como esta crea dependencia política entre la gente. La independencia individual es el mayor freno que confrontan los políticos de izquierda. Por la misma razón, las oportunidades que las reformas económicas le abrieron a la gente son una amenaza para el poder político de la izquierda.
Mientras más próspera y estable es una economía, menos oportunidades tiene la izquierda de avanzar. Su poder se centra en los controles de precio, en los subsidios, en la planificación de inversiones, en su poder de conceder monopolios y en la repartición de oportunidades de trabajo. Todas y cada una de las medidas instrumentadas por los Chicago Boys durante el gobierno de Pinochet restringen el poder político de la izquierda.
Similares resultados han tenido las reformas constitucionales de Pinochet, las cuales fomentan el consenso, eliminan la posibilidad de que los partidos minoritarios disturben la estabilidad e impiden la intimidación por parte de minorías agresivas.
Esta comedia trágica del juicio contra Pinochet es la mayor amenaza que enfrentan las instituciones liberales chilenas. Si la izquierda tiene éxito en derrotar a la verdad con sus mentiras, el país no se recuperará. Si destruyen a Pinochet, su labor será destruida.
Por eso es que la izquierda está empeñada en desacreditar a Pinochet. Los “3000 desaparecidos” son, en su mayoría, terroristas muertos en balaceras contra el ejército. La gente que usted ve manifestando contra Pinochet no es inocente; se trata de fanáticos y de familiares de los terroristas caídos.
Los actos terroristas continuaron por cuatro años después que el democristiano Patricio Aylwin asumió la presidencia. En 1991, el senador Jaime Guzmán fue asesinado por el Frente Manuel Rodríguez, una organización terrorista marxista contra la cual el gobierno de Pinochet había luchado por años.
Luego del colapso de la Unión Soviética, los marxistas dejaron de confiar en su inevitable victoria y los fondos que dejaron de recibir de Rusia los consiguieron robando bancos y secuestrando gente. No fue sino hasta 1994 que los líderes de los grupos terroristas todavía activos fueron arrestados, terminando así los atentados contra el gobierno chileno.
Pretender que “los desaparecidos” son demócratas que combatieron la dictadura es un insulto a quienes conocen la historia chilena. Sin embargo, la propaganda tergiversada de la izquierda ha prevalecido en todo lo que tiene que ver con Allende y Pinochet.
©AIPE
Paul Craig Roberts es autor, con Karen Araujo, del libro “Chile: dos visiones, la era Allende-Pinochet”, publicado recientemente por la Universidad Andrés Bello. Fue subsecretario del Tesoro.
El primero de diciembre, un juez chileno izquierdista –Juan Guzmán- ordenó el arresto y enjuiciamiento del general Augusto Pinochet. Se trata de una acción política, más que legal. Ello viola la amnistía declarada a favor de tanto el gobierno militar como de los terroristas marxistas, varios de los cuales son ahora miembros del gobierno. Tal triunfo de la propaganda sobre las leyes pone en duda la vigencia del estado de derecho en Chile y también la reconciliación lograda por Pinochet antes de dejar la presidencia en 1990.
El juez Guzmán se sintió envalentonado por la última elección, que con un margen mínimo llevó al poder a una coalición socialista. Eso ha agrietado la confianza del sector privado en el país que encabezó las reformas de mercado y las privatizaciones en América Latina. Si se le sigue un juicio al jefe del gobierno que inició la reforma económica latinoamericana, la izquierda se sentirá victoriosa y los mercados del hemisferio sufrirán fuertes convulsiones.
Pinochet fue satanizado por la propaganda soviética a comienzos de los años 70, cuando logró impedir que Chile se convirtiera en otra Cuba. Aunque Pinochet presidía un gobierno militar, sus ministros eran civiles educados en las mejores universidades de Estados Unidos. Ellos construyeron las instituciones de una sociedad libre y, una vez completado el trabajo, Pinochet dejó la presidencia.
Hay mucho escondido tras la persecución de Pinochet. Al desacreditarlo, la izquierda pretende desacreditar también sus reformas económicas y políticas. Tales reformas y no un anciano enfermo son el verdadero blanco. Una vez desacreditado Pinochet, la izquierda insistirá en el reemplazo de todas esas “injustas” instituciones liberales.
Al privatizar las pensiones del Seguro Social y la asistencia médica, Pinochet le cercenó a la izquierda las dos principales maneras como esta crea dependencia política entre la gente. La independencia individual es el mayor freno que confrontan los políticos de izquierda. Por la misma razón, las oportunidades que las reformas económicas le abrieron a la gente son una amenaza para el poder político de la izquierda.
Mientras más próspera y estable es una economía, menos oportunidades tiene la izquierda de avanzar. Su poder se centra en los controles de precio, en los subsidios, en la planificación de inversiones, en su poder de conceder monopolios y en la repartición de oportunidades de trabajo. Todas y cada una de las medidas instrumentadas por los Chicago Boys durante el gobierno de Pinochet restringen el poder político de la izquierda.
Similares resultados han tenido las reformas constitucionales de Pinochet, las cuales fomentan el consenso, eliminan la posibilidad de que los partidos minoritarios disturben la estabilidad e impiden la intimidación por parte de minorías agresivas.
Esta comedia trágica del juicio contra Pinochet es la mayor amenaza que enfrentan las instituciones liberales chilenas. Si la izquierda tiene éxito en derrotar a la verdad con sus mentiras, el país no se recuperará. Si destruyen a Pinochet, su labor será destruida.
Por eso es que la izquierda está empeñada en desacreditar a Pinochet. Los “3000 desaparecidos” son, en su mayoría, terroristas muertos en balaceras contra el ejército. La gente que usted ve manifestando contra Pinochet no es inocente; se trata de fanáticos y de familiares de los terroristas caídos.
Los actos terroristas continuaron por cuatro años después que el democristiano Patricio Aylwin asumió la presidencia. En 1991, el senador Jaime Guzmán fue asesinado por el Frente Manuel Rodríguez, una organización terrorista marxista contra la cual el gobierno de Pinochet había luchado por años.
Luego del colapso de la Unión Soviética, los marxistas dejaron de confiar en su inevitable victoria y los fondos que dejaron de recibir de Rusia los consiguieron robando bancos y secuestrando gente. No fue sino hasta 1994 que los líderes de los grupos terroristas todavía activos fueron arrestados, terminando así los atentados contra el gobierno chileno.
Pretender que “los desaparecidos” son demócratas que combatieron la dictadura es un insulto a quienes conocen la historia chilena. Sin embargo, la propaganda tergiversada de la izquierda ha prevalecido en todo lo que tiene que ver con Allende y Pinochet.
©AIPE
Paul Craig Roberts es autor, con Karen Araujo, del libro “Chile: dos visiones, la era Allende-Pinochet”, publicado recientemente por la Universidad Andrés Bello. Fue subsecretario del Tesoro.