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Federico Jiménez Losantos

Entre Carlos Marx y Carlitos March

Que la Prensa afín al Gobierno no organice una batahola informativa ante la inminencia de una decisión judicial que puede suponer el primer gran escándalo de corrupción del Gobierno Aznar es comprensible aunque lamentable: demuestra que hay dos varas de medir la ética, según convenga a nuestros amigos y a nuestros intereses, tal y como sucedía durante el felipismo. En el futuro, la hemeroteca será inclemente con esta doble moral. Pero aún resulta más escandaloso, si es que todavía tenemos ánimo para escandalizarnos, que tampoco diga ni pío de este caso políticamente tan mollar la Prensa de oposición, es decir, el todopoderoso imperio informativo de Polanco que tan ferocísimas campañas desató contra Arias Salgado a propósito de la Guerra Digital y, después, a propósito de cualquier cosa.

Produce una helada y sobrecogedora impresión el silencio polanquista sobre lo que se guarda documentalmente y lo que previsiblemente se prepara en la Audiencia Nacional para el 12 de enero, aunque todos los días del año en "El País" los jueces alfombran su información, protagonizan sus titulares, iluminan sus editoriales y ejecutan sus venganzas. ¿Qué extraño pasmo conceptual, qué parálisis dialéctica, que soponcio comunicador aqueja al portaviones de Polanco para que no diga ni pío sobre los "amigos de Aznar" o "los amigos del Gobierno del PP"? Aunque en un acto de esforzada ventriloquía el siempre atento Rubalcaba supla con unas declaraciones moderaditas la falta de ánimo redactor que embarga al "Diario Independiente de la Mañana" -sólo de una: la del 29 de Febrero cuando no toca bisiesto-, el maquillaje no hace más que acentuar el desastre estético facial, el ruidito encargado al PSOE no hace sino aumentar el eco y subrayar el silencio en el inmenso foso orquestal. ¿Por qué no suena? ¿Por qué no trinan y trenan? ¿Por qué callan los tres mil tenores de Polanco ante el público espectante de la Scala de Milán?

Probablemente la única explicación es que el diario de la Izquierda Instalada debe compaginar su conocida complicidad con el comunismo tercermundista de Fidel Castro y su acreditada complementariedad con el más rancio capitalismo español. Tiene que poner una vela a Carlos Marx y alumbrarse con los faros halógenos de Carlos March, el dinasta financiero devotísimo de Don Jesús. Carlos March, para los amigos Carlitos, es socio predilecto de Polanco, socio importante de Florentino Pérez en Xfera y socio decisivo de Carrefour, centro de acogida de Arias Salgado tras el pelotazo "xférico". Entre Don Carlos Marx y Carlitos March, la elección es difícil. De ahí el silencio. Y el espectáculo.

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