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Alberto Míguez

Arafat y Barak, sin red

Las idas y vueltas de israelíes y palestinos con vistas a un nuevo acuerdo de paz antes de que los Clinton hagan la mudanza y se larguen a Nueva York, constituye un peligroso ejercicio de equilibrismo político que puede precipitar a los dos artistas, Arafat y Barak, en el vacío. Los dos negocian contra reloj. Los dos parecen haber escogido el peor momento para negociar, los dos fían su supervivencia política en que las respectivas opiniones públicas asuman ciertas concesiones consideradas hasta ahora como intolerables.

Para los palestinos resulta, en efecto, intolerable, renunciar al “derecho de retorno” (la reivindicación histórica del movimiento nacional palestino) de los cuatro millones de refugiados a la tierra de la que fueron desalojados ellos o sus familias. Muchos creen que esta concesión es peor que una derrota militar. Y si Arafat cede, estará escupiendo sobre la tumba de muchos patriotas que murieron precisamente por esa esperanza. Las voces de quienes intentan evitar que el tembloroso “rais” palestino ceda en este capítulo son cada día más numerosas.

También cualquier concesión territorial en torno a Gaza y otros territorios les huele a los nacionalistas israelíes a cuerno quemado. Pero mucho más si se refiere a Jerusalén, la “capital eterna de Israel” sobre la que, se ha dicho y repetido, no hay negociación posible.

La entrega de las tres cuartas partes de los barrios árabes de la ciudad y, lo que es peor, el compromiso simbólico de ceder la superficie de la explanada de las mezquitas a los palestinos y guardar la soberanía sobre el subsuelo (donde, dicen, se encuentran las ruinas del Templo), puede costarle a Barak las elecciones. El prepotente general Sharon tiene el arma cargada y espera cualquier gesto impropio para disparar a mansalva. Barak se balancea sin red en este trapecio infernal: si hace concesiones, malo, pero si no las hace peor.

En cuanto a la importantísima mediación española en estas negociaciones que se gestaron y se desarrollan en Washington, principalmente, (algunos medios la ensalzan en el peor estilo del franquismo periodístico: hinchando pecho para agradar al patrón) sólo la ignorancia o, lo que es peor, la prepotencia de los escribas habituales puede explicarla. Que Piqué sea la mano derecha de Clinton y del Departamento de Estado es como una broma de Chiquito de la Calzada en versión mesoriental.

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