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Diana Molineaux

El nuevo pulso Bush-Sadam

El ataque norteamericano contra Irak es una misión "de rutina", según el Pentágono y hasta el presidente Bush, pero es difícil verlo en la misma dimensión de los bombardeos anteriores: ni los objetivos estaban en el área de exclusión de vuelos, ni los medios empleados eran los habituales, pues participaron 24 aparatos en lugar de los dos que normalmente se enfrentaban a la aviación irakí.

Aunque los objetivos estaban cerca de Bagdad, el Pentágono calificó la misión de "auto-defensa" porque Irak ha desarrollado sus sistemas de mando y control de forma que pueden lanzar defensas antiaéreas contra los vuelos que patrullan el área vedada a la aviación irakí.

En realidad, parece más bien un aviso de Bush al presidente irakí Sadam Hussein para que no se equivoque y lo crea indeciso, y en las declaraciones durante su visita a México le advirtió claramente de que hará cuanto sea preciso para impedir el despliegue de sistemas de destrucción masiva.

Probablemente que en Bush influyen las opiniones del secretario de Estado Colin Powell y el vicepresidente Dick Cheney, que estuvieron al frente de la Guerra del Golfo Pérsico como jefe de Estado Mayor y secretario de Defensa y llegaron a la conclusión de que Sadam Hussein tiende a equivocarse al juzgar a los líderes occidentales y el lenguaje que comprende claramente es la fuerza.

La reacción de Hussein este viernes demuestra que, efectivamente, en el mundo occidental no sabe desenvolverse: es improbable que Hussein quiera reforzar la posición de Bush en política interna norteamericana, pero es precisamente lo que hizo al reaccionar diciendo que el ataque no es más que el primer paso de una ofensiva conjunta israelo-americana. Esto ayuda a Bush ante los grupos judíos norteamericanos que le miran con tanta desconfianza como a su padre, a quien nunca perdonaron que se retirara de Irak en lugar de reducirlo a cenizas y eliminar una potencia militar en su región.

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