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Alberto Míguez

Cumplir la ley aunque no se entienda

Resulta, sin duda difícil de entender por qué el grupo de ecuatorianos que ha viajado a su país para volver en el mejor de los casos dentro de unos días con un visado válido, ha tenido que hacer tantas horas de avión para un trámite que podría haberse completado aquí con idénticas garantías legales. Hay opiniones para todos los gustos, pero de lo que no cabe duda es de que, por primera vez en los últimos meses, el Gobierno español intenta que la Ley de Extranjería se cumpla. Ya era hora.

Se trata, sin duda, de una noticia espectacular porque hasta ahora unos y otros (partidos políticos, organizaciones no gubernamentales y humanitarias, asociaciones de emigrantes, etc.) lo que han pretendido era precisamente promover lo contrario: que la ley no se aplicara en ninguno de sus extremos.

Esta Ley de Extranjería para nada desmerece de las que están vigentes en la mayoría de los país europeos de nuestro entorno. Le guste o no al PSOE, que la ha utilizado como instrumento arrojadizo contra el Gobierno (ahora empieza a entrar en razón), es menos severa que las de Alemania, Francia u Holanda, por poner ejemplos perfectamente homologables. Y aunque en los reglamentos de aplicación seguramente deberá ser matizada o incluso perfeccionada, dista mucho de aquella locura alegremente aprobada hace dos años de la que ahora nadie quiere acordarse, salvo “sor” Amalia Gómez, de inolvidable recuerdo.

Por supuesto, sería bueno que el Gobierno o las instituciones encargadas de que la ley se cumpla la explicaran un poco mejor a la ciudadanía. Resulta muy difícil de entender, por ejemplo, el viaje Madrid-Quito a cuenta del erario español que un grupo de ecuatorianos ha iniciado este lunes. Es probable que el tal viaje fuese necesario y obligado, pero a nadie se le ocurrió razonar públicamente por qué. La gente quiere saber de esto y de aquello, el Gobierno y los funcionarios deben molestarse en hacerlo, porque para eso se les paga, les pagamos. Las leyes, aunque a veces resulten aparentemente disparatadas, conviene contrastarlas con la realidad y con el sentido común. Pero en primer lugar hay que cumplirlas. Dura lex, sed lex...

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