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En un gobierno vasco que ha oscilado entre el golpismo desde arriba y la inactividad, una de las decisiones más relevantes ha sido pagarle los servicios prestados a Javier Madrazo y sus chicos como coros y danzas de Estella/Lizarra con el descenso del listón electoral del 5 al 3 %. Si se atiende a que tal decisión pretendía ser revisada por los grupos de la oposición a final de este mes, estamos ante una de las claves del presente y del inmediato futuro vasco.

Madrazo se ha convertido en el aliado más mimado de Arzalluz, en un compañero de viaje del nacionalismo, en su deriva soberanista y en su acercamiento a los violentos en una estrategia común. ¿Cuál será el castigo electoral a una IU tan alejada de los criterios internacionalistas de la mejor tradición de izquierdas? Muchos opinan que el suelo del 3 por 100 es fácilmente conseguible y así lo indican unas encuestas, siempre marcadas por el miedo y el voto oculto, pero tal cuestión ni me parece tan clara ni es predecible. La posibilidad de que IU desaparezca del panorama político vasco sería beneficiosa, pero es además posible e incluso lógica, porque Madrazo ha conseguido que esa formación política carezca de un discurso propio más allá del sucursalismo respecto al PNV. Votar Madrazo es votar Arzalluz de manera tortuosa. Más “útil” que votar a IU en el País Vasco es hacerlo de manera directa al PNV. De nacionalistas al río o a la casa madre, es decir, a Sabin Etxea.

Desde otra óptica, al PSE que mantiene la tradición de izquierdas. Madrazo ya no es de derechas ni izquierdas, es de centro nacionalista. No es nada. Es un profesional de la política que intenta sobrevivir, y vivir del presupuesto, traicionando los ideales de una buena parte de su electorado.

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