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Martín Krause

Un futuro tormentoso

La hora en que la fantasía de los políticos choca brutalmente con la realidad económica ha llegado en la Argentina. La coalición que llevó al gobierno al presidente Fernando de la Rúa creyó era ésta su oportunidad de poner en práctica todo su credo socialdemócrata de redistribución y programas sociales, sólo para encontrarse con un estado exhausto de recursos y abrumado por una enorme deuda pública.

Durante los primeros meses, el equipo económico dirigido por el ministro José Luis Machinea intentó aliviar la situación fiscal mediante un paquete impositivo que aumentaba los impuestos, pero lo único que logró fue frenar la entonces incipiente recuperación económica y enviar a la economía a un coma liviano. Sin inversión y sin consumo en el sector privado el sector público no puede recaudar y así los problemas fiscales se fueron agravando, sobre todo debido a que al mismo tiempo el gasto público continuaba sin control.

A fines del 2000 un paquete de rescate denominado “blindaje” pareció dar al gobierno el respiro necesario para que la tasa de interés se redujera y el país volviera a crecer, pero no pasaron dos meses para demostrarse que ni siquiera los casi 20 mil millones de dólares disponibles en créditos y el relajamiento de las metas fiscales aceptado por el FMI fuera suficiente.

Pasado el verano y sus vacaciones comenzó a observarse claramente que la economía permanecía estancada, que la recaudación impositiva no crecía y que sería muy difícil cumplir con las metas para el déficit fiscal del primer trimestre. Conociendo que este último objetivo no podría ser alcanzado, el ministro Machinea decidió renunciar antes que tener que anunciar que en tan sólo tres meses habría sobrepasado la meta de 2.100 millones de dólares en unos 800 millones.

La decisión del presidente de la Rúa fue nombrar como nuevo ministro al economista Ricardo López Murphy, quien une una larga tradición política asociada al partido radical del presidente con una preferencia clara por un duro control del gasto público. Llega la hora, entonces, de realizar un drástico recorte del enorme e improductivo gasto, pero esto se estrella contra las prioridades y deseos de los políticos, sobre todo en un año con elecciones legislativas.

Ya para la asunción del nuevo ministro no se hicieron presentes los presidentes de los partidos que conforman la alianza gobernante: el ex presidente Raúl Alfonsín y el ex vicepresidente Carlos Alvarez. Y López Murphy tuvo ya que amenazar con su renuncia para que aceptaran al equipo de colaboradores que lo seguirá en tan ardua tarea. Ese equipo, seguramente, será el mejor que pueda encontrarse dentro de la alianza de gobierno para poner orden en las cuentas públicas, pero el país tiembla, y los inversores también, porque el mejor equipo sin apoyo político es poco lo que puede hacer, y menos aún con la oposición de los políticos.

Los próximos meses van a ser dramáticos para la Argentina. Con el país al borde del colapso fiscal y los políticos en campaña oponiéndose a todo ajuste estará en juego el camino a seguir. Nos encontramos ante una clara encrucijada, en la cual las opciones son realizar el duro ajuste del gasto o gastar el “blindaje” y evitarlo. El primer camino propone dolor al comienzo pero salud y recuperación después; el segundo propone anestesia ahora y completa metástasis más adelante.

En el medio de todo esto sufrimos de un presidente que mira y no actúa, que no deja claro qué rumbo tomar, mientras debajo de él unos y otros disputan duramente para llevar el carro del gobierno en un sentido o en otro, como el asno de Jean de Buridan que, enfrentado a dos parvas iguales de heno no se decidía por una ni por la otra y se murió de hambre.

No decidirse es una decisión, una que como en el ejemplo, trae la peor de las consecuencias.

© AIPE

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires del servicio de prensa AIPE.

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