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Alberto Míguez

Misiles y peces

Las relaciones hispano-marroquíes han vuelto a entrar en barrena sin haberse recuperado todavía del rifirrafe pesquero. Esta vez ha sido un pretexto relativamente banal: el anuncio por parte del Ministerio de Defensa de que España adquirirá misiles para proteger o defender las ciudades de Ceuta y Melilla ante un eventual ataque marroquí.

No sé dónde estuvo la torpeza o el error, si en el ministro de Defensa que anunció la compra como si se tratara de una transacción corriente y en términos tal vez inadecuados, o en ciertos medios que lanzaron la noticia a bombo y platillo como si se tratara de una novedad espectacular.

El Ejército, la Marina y la Aviación españolas cuentan desde hace muchos años con misiles diversos (salvo los portadores de cabezas nucleares, lógicamente) y este tipo de armas se han comprado, o incluso fabricado, con licencia en España desde hace al menos veinticinco años. Si la principal misión de las fuerzas armadas consiste precisamente en defender la soberanía española y garantizar la seguridad de todo el territorio nacional, es lógico que algunos de estos misiles estén destinados a rechazar un eventual ataque contra las dos ciudades de soberanía española en el Norte de África además de salvaguardar la seguridad del Estrecho de Gibraltar.

Lo mismo podría decirse de Orense o de Cáceres, pero da la casualidad que Portugal no reivindica la soberanía sobre ninguna de estas dos ciudades. Y Marruecos, en cambio, sí lo hace con respecto a Ceuta y Melilla. Algo tan elemental parece haber escapado de los sagaces reporteros que lanzaron la noticia y de los comentaristas que la glosaron.

Nada más publicarse esta información, los medios de comunicación marroquíes –y especialmente los próximos al partido nacionalista Istiqlal y al socialista– lanzaron las andanadas dialécticas reglamentarias acusando al colonialismo español de poner en peligro la estabilidad de la región, amenazar a Marruecos y romper un statu quo cada vez más difícil.

Este tipo de griterío mediático forma parte de los espectáculos habituales con que la prensa marroquí, sobre todo la de lengua francesa, distingue a España y a sus sucesivos gobiernos. No debería, pues, sorprender ni alarmar siempre y cuando se limite a eso, insultos y descalificaciones. Lo peligroso sería que el gobierno del reino alauita se uniera a la campaña y promoviera acciones concretas relacionadas con el contencioso, algo que por ahora no ha sucedido.

Lo que resulta más preocupante, en cambio, es que la oposición socialista por boca de Rodríguez Zapatero haya agarrado al vuelo la oportunidad y, aprovechando un viaje a Melilla, calificase de “irresponsables” las palabras del ministro de Defensa que, según él, “justificó la compra de misiles para una hipotética defensa de Canarias, Ceuta y Melilla ante una agresión exterior”.

Este tipo de tonterías en labios de un político iletrado o semianalfabeto (hay bastantes),que ignore todo sobre las amenazas y desafíos a los que hace frente el Estado español en el exterior, resultarían relativamente explicables. En los labios del principal dirigente de la oposición, son un puro disparate oportunista.

Por supuesto que sería conveniente y sensato recuperar las buenas relaciones con Marruecos, que atraviesan un momento muy delicado. Por supuesto que Marruecos constituye una de las prioridades de la política exterior española y que el Gobierno de José María Aznar y su ministro de Exteriores, Josep Piqué, no han sido capaces de renovar, regenerar y potenciar.

Estas relaciones son malas de solemnidad ahora y sufren, además, ataques de los diablos familiares que las enturbiaron en el pasado. Pero no a cualquier precio. Lo que Zapatero propone es lo que los castizos llaman brutalmente bajarse los pantalones. Y eso, no: la debilidad y el laxismo conducen en política exterior al abismo. La experiencia del trato hispano-marroquí en los últimos treinta años lo demuestra cumplidamente. Zapaterpo debería saberlo, pero desgraciadamente todavía lo ignora.

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