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Francisco Capella

Astronauta de pago

El multimillonario financiero Dennis Tito se ha gastado un buen montón de dólares para ser incluido en una de las tripulaciones rusas a la Estación Espacial Internacional. Aunque sea acuciada por la necesidad, resulta que Rusia es más capitalista que los Estados Unidos en este aspecto, ya que aceptan comprar y vender servicios. Tal vez pronto se extienda el patrocinio privado de estas espectaculares misiones.

Tito es un astronauta honrado, ya que se paga su billete a la aventura y la fama con su propio dinero. Además ha aceptado no demandar a las agencias espaciales si resulta herido durante el viaje, y se le obliga a pagar lo que rompa. Es el único que paga y no tiene derechos. ¿Por qué no se hace lo mismo con los demás astronautas profesionales, que además se supone que están estupendamente entrenados para no hacerse daño y no romper nada?

La versión oficial afirma que los carísimos viajes espaciales tripulados se hacen en beneficio de la Humanidad, por las posibilidades de investigación y la colonización del espacio. Pero casi todo lo que se pretende puede conseguirse con misiones no tripuladas más baratas. Los avances tecnológicos derivados de la carrera espacial se obtendrían de forma más eficiente si los recursos utilizados estuvieran en manos de empresas privadas atentas a los deseos y las capacidades de los consumidores.

Respecto a la colonización del espacio, la mayoría de la gente es muy ingenua e ignora los altísimos costes y dificultades que entraña. La supervivencia del ser humano no es fácil en entornos sin vida, sin atmósferas respirables, sin agua, sin presión, sin gravedad y rodeados de radiaciones nocivas. Se utilizan astronautas principalmente por el elemento emocional, porque son más llamativos y atractivos, el público los admira y se identifica con ellos: así los políticos pueden vender mejor sus ambiciosos programas.

La Estación Espacial Internacional no es la primera morada de la Humanidad en el espacio, como algunos pretenden, sino un proyecto faraónico que cuesta muchos miles de millones de dólares, todos ellos confiscados a los contribuyentes de los países que la financian. Los recursos necesarios no han sido obtenidos honradamente de accionistas privados voluntarios. Los auténticos beneficiados de los programas espaciales son los políticos que los presentan como éxitos propios, los astronautas que consiguen fama, prestigio, y una experiencia excitante memorable, las agencias espaciales y sus trabajadores, y los propietarios de las empresas diseñadoras y constructoras.

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