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Alberto Míguez

La edad de la inocencia

Que a estas alturas don Josep Piqué, ilustre ministro de Asuntos Exteriores y de los grandes expresos europeos, se tome en serio cuanto los amigos británicos le susurran sobre lo que harán en el futuro en la plaza y castillo de Gibraltar, parece una broma de mal gusto. Sostiene Piqué que su colega Robin Cook le dijo este fin de semana que el gobierno de Londres tiene “la clara voluntad, decisión y determinación” de evitar que se repitan circunstancias como las vividas en Gibraltar como consecuencia de la larga estancia del submarino nuclear “Tireless” en la colonia.

Cook añadió también que se va a proceder “de inmediato al desmantelamiento de las instalaciones provisionales puestas en marcha para la reparación del sumergible”. Tras este anuncio, Piqué pronunció una frase lapidaria como casi todas las suyas: “se han hecho las cosas bien y el submarino se ha ido”. ¡Asombroso!

Resulta que, tras casi un año de informaciones y contrainformaciones, engaños y trolas, desmentidos y remitidos, después de que los británicos nos tomaran la cabellera hasta la saciedad e impidieran a los técnicos españoles cualquier comprobación sobre el terreno, después de haber anunciado que el submarino se iba y que Otilio y Pepe Gotera “made in England” lo estaban arreglando y que el arreglo tardaba y tardaba, después de tantas mentirijillas diplomáticas, intoxicaciones y revelaciones, va el ministro Piqué y se pone como unas castañuelas porque aquí un colega le dice lo que quiere oír, es decir, que no habrá otro “Tireless” a la vista. La situación es desesperada pero no grave, que dirían los hermanos Marx.

Este señor, o es un inocente al que conviene explicar con rapidez que los niños no vienen de Paris, o tiene más jeta que el caballo del Cid. Que cada cual escoja. Pero es que, además, horas después de que el ministro anunciara a bombo y platillo lo que su colega Cook le quiso decir y él, angelito, se creyó, el embajador de Su Majestad británica en Madrid va y dice... exactamente lo contrario. Esto es: que si otro submarino atómico se les avería por las aguas del Mediterráneo no tendrán más remedio que ajustarlo en Gibraltar, territorio, al fin y al cabo, bajo soberanía británica.

Después del desastre del “Tireless” parece que se anuncia la catástrofe del post-Tireless. Pónganse en lo peor. Las cosas se han hecho bien, desde luego, pero han salido rematadamente mal. El submarino se ha ido, pero puede volver.

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