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Andrés Benavente

Señales extremistas

De manera esporádica, pero persistente, vienen ocurriendo en Santiago pequeños actos de terrorismo. Se trata de la colocación de artefactos explosivos en lugares públicos debidamente seleccionados. Uno de los blancos preferentes ha sido los establecimientos de la cadena de comida rápida Mc Donald's. Aun cuando no buscan causar daños a personas, uno de estos atentados provocó, hace algunas semanas, un conato de incendio y consumidores heridos.

En el más reciente, se reconoció la autoría. Se trata de un denominado Grupo Antiglobalización, que justifica su acción señalando que es una protesta contra las cadenas comerciales transnacionales que "deprimen la economía y dejan sin trabajo a los chilenos", buscando con esto último algún tipo de legitimidad social en medio de un creciente desempleo.

Lo más probable es que el nombre sea provisional y no se esté, todavía, ante la irrupción de un nuevo movimiento armado como los que se han conocido en décadas pasadas en el país. De ahí que lo que hay que analizar de estos hechos es la señal de fondo.

Se está ante una rearticulación de la izquierda radical, de aquella que no se compatibiliza ni con la democracia ni con la economía de libre mercado y que quedó sumida en una profunda crisis tras la jibarización del Partido Comunista en la década de los noventa y la desarticulación de los grupos extremistas de entonces.

Es una nueva izquierda radical, donde convergen grupos de diverso origen. Desde luego, los residuos de la vieja izquierda tradicional. Además, grupos juveniles marginales que rinden culto a la violencia en los escenarios deportivos y en las movilizaciones callejeras por cualquier demanda social; grupos representativos del radicalismo étnico que instrumentalizan políticamente las demandas y aspiraciones de las minorías indígenas; y, sobre todo, grupos provenientes del fundamentalismo ecológico que se presentan a sí mismos como una nueva manera de entender y practicar la política.

La globalización es hoy el "demonio" que representó antes el capitalismo. Hoy exhiben un argumentario híbrido que mezcla humanismo sensiblero, socialismo arcaico y ecologismo fanático, que promete una vez más luchar por la creación del “hombre nuevo”. En suma, con nuevo ropaje e incluso con su peligrosa devoción por la violencia extremista, reaparece una vieja izquierda –aunque sus manifestantes sean jóvenes– que viéndose forzada a admitir la universalización de la economía de mercado, y con ello el fracaso del igualitarismo, ha readecuado planteamientos y estrategias para presentarse como alternativa de futuro, aunque para ello enfatice más la generación de violencia y de terror que argumentos para convencer.

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