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El odio a España... y a la libertad personal

Ninguna lógica –ni desde el materialismo dialéctico ni desde los silogismos aristotélicos, ni desde la cuenta de la vieja– tiene acusar al PSE de ir “con la derecha” cuando IU hociquea con el PNV, pues el partido de Sabino Arana ha de situarse, en tales términos, en la extrema derecha xenófoba. Tanto el PNV como IU representan dos tradiciones contrarias a la libertad personal, proclives a la persecución del disidente y a los campos de exterminio. Esa narrativa paralela puede explicar la coyunda, amén de consideraciones de lucro cesante personal en el caso de Madrazo a la búsqueda de legítimas prebendas.

Mas lo que hemos visto en estos días en que todo oportunismo ha tenido su asiento, y en el que por momentos ha parecido el solar patrio un desierto moral, es un acendrado odio a España. No a la España eterna, ni a la histórica, sino a la concreta, real, cotidiana, a la que representa aquí y ahora la defensa de la libertad personal. Nunca había sido España un dique tan claro a los totalitarios y a los resentidos, una idea tan sinónima de pluralidad, como cuando ha estado en subasta en las sedes nacionalistas, en el comité federal del PSOE y en las redacciones de los periódicos nacionales jugando unos al odio contra Aznar a cualquier precio –incluido el de la ruptura constitucional y la desestabilización institucional– y otros a no perder pie en el mercadeo del progresismo (en el que ni PNV ni IU tienen pedigrí ni posibles para pujar).

Porque lo que han pugnado en las elecciones vascas no ha sido ni tan siquiera una idea de España y otra de Euzkal Herria, como entidad inexistente en construcción, sino dos visiones de lo que es una nación, dos modelos de sociedad; una que tiene su asiento en la persona y otra en la colectividad; una en la pluralidad de opciones y culturas, y otra que pretende hacer a los hombres esclavos de su propia cultura; entre la sociedad abierta y la tiranía de las almas, pues el constitucionalismo, con sus mártires, es la resistencia activa a esa cruzada totalitaria que intenta imponer una sola lengua, una sola cultura, un único Rh; un canon étnico y cultural.

La idea de la España constitucional rechaza caminar hacia la nación prevista por Fichte en la que “la nueva educación debería consistir precisamente en aniquilar por completo la libertad de la voluntad”. O por Hegel: “las individualidades desaparecen para nosotros y son para nosotros las que vierten en la realidad lo que el espíritu del pueblo quiere”. Porque esa idea atrayente de la España de los individuos rechaza el modelo de Estado omnipresente del totalitarismo hegeliano: “los principios del Estado deben considerarse, según se ha dicho, como válidos en sí y por sí; y sólo lo son cuando son conocidos como determinaciones de la naturaleza divina misma”.

Es la libertad personal lo que se defiende en la España de los individuos frente a los que odian España porque odian la libertad concreta, la humilde y creativa libertad de cada cual. Es la libertad la que está amenazada, de la que España es hoy su abstracción.

En España

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