Menú

El grupo nazi de “Escorial”

Las evoluciones personales son siempre respetables, más cuanto a mejor son. Menos justificable es reescribir la historia. Tales perpetraciones de amnesia suelen alcanzar niveles de paroxismo en los obituarios hispanos. Poco menos que Laín Entralgo habría asumido, en angustiada tensión interna, los conflictos de las dos españas y habría sido el profeta de la reconciliación nacional, tras pequeños pecados de juventud, sin ocupar puestos de relevancia en el franquismo ¡salvo el de rector de la Universidad Complutense! Además, el grupo falangista reunido en torno a la revista “Escorial” siempre habría tenido una inquietud interna revisionista.

La realidad es que tal grupo se constituyó dentro de Falange por fervientes partidarios del nazismo y de la intervención española en la guerra al lado de Hitler. Cuando Dionisio Ridruejo marchó a la División Azul no lo hizo como gesto de protesta o distanciamiento socialdemócrata, sino como apuesta nazi –nuestra beligerancia va hasta dar la vida. Y la vida, hoy, se da en un lugar concreto y de una forma concreta: en las estepas moscovitas–, como denuncia de la tibieza del dictador incapaz de avanzar en la “revolución pendiente”. El hitlerismo en ese momento desarrollaba, junto a una guerra agresiva, el holocausto de los judíos y demás seres inferiores. Fueron los ultras del franquismo en el momento de la represión. Al lado de los sueños escurialenses del grupo nazi del falangismo, los nacionalcatólicos eran unas hermanitas de la caridad, y ya es decir. Acierta Gregorio Morán cuando afirma que “Pedro Laín Entralgo será el más notorio representante en la Falange de impronta alemana con evidentes connotaciones nazis”.

En cuanto a la evolución, son precisas claras matizaciones cronológicas. Fueron nazis mientras duró el nazismo. “Sangre gótica corre por nuestras venas: todavía sentimos el orgullo del linaje godo”. Dejar de ser nazi en 1945 no tiene mérito alguno salvo el oportunismo –dice Gregorio Morán que “Escorial se irá achicando” al paso de los reveses bélicos–. El distanciamiento del franquismo fue mutuo. La dictadura empezó a sentir como un lastre a compañeros de viaje tan celosos. Luego consideró mejor venero ideológico para su supervivencia el nacionalcatolicismo. Así que, cuando Laín Entralgo se distancia en 1956 del franquismo certifica el previo de la dictadura respecto a su grupo y la derrota intelectual de los hitlerianos frente a los seguidores de Torquemada. Laín se había quedado sin espacio en el régimen por demasiado fascista. Nunca sabremos qué hubiera sido de algunas evoluciones si la segunda guerra mundial no la hubieran ganado las potencias democráticas.

Afirmar en estas épicas necrofílicas tan españolas que, “con todo ello, compone Laín un personaje digno de aprecio por lo liberal” es una desmesura, como lo es señalar que “ojalá todos los descargos de conciencia fueran tan leves como el suyo”, pues no fue menor lo que se dirimió entre 1936 y 1945. O lo de “el lector no tiene ningún derecho a juzgar a Laín, porque no sabe qué hubiera hecho él en las mismas circunstancias”. La culpa, a las circunstancias. Criterio calcado de Ernst Jünger. El lector debe juzgar para inocularse.

Estas agudas amnesias, con indecente pérdida de memoria histórica, para entrar a saco en limbos liberales suelen acompañarse de uno de los mitos más curiosos, como es el de Ortega, mentor del liberalismo español. No le faltaban motivos a José Antonio Primo de Rivera cuando, por el contrario, le reclamaba como padre de la Falange y le pedía que asumiera su responsabilidad, pues en su “España invertebrada” abunda en nociones totalitarias y aún eugenésicas: “imperativo de la selección. Porque no existe otro medio de purificación y mejoramiento étnicos que ese eterno instrumento de una voluntad operando selectivamente. Usando de ella como de un cincel, hay que ponerse a forjar un nuevo tipo de hombre español, el afinamiento de la raza”. Estableciendo, a la moda totalitaria del momento, jerarquía entre ellas: “En las razas más finas, este coeficiente de eminencias es mayor que en las razas más bastas, o dicho al revés, una raza es superior a otra cuando consigue poseer mayor número de individuos egregios”. Y ensalzando la ética del guerrero y el “vivir peligrosamente” fascista: “La ética industrial es moral y vitalmente inferior a la ética del guerrero”, por cuanto en la colectividad bélica “quedan los hombres integralmente solidarizados por el honor y la fidelidad, dos normas sublimes”.

Con tanto liberal patrio, ¿cómo pudo haber tanto fascismo?

En Tecnociencia

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal