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El tejano George Bush le ha dicho al amigo de Yasser Arafat que en Texas hay muchos hispanos, una minoría importante. Los hay en su propia familia. El hecho de que haya elegido España para su primera visita a Europa muestra la importancia que la Administración norteamericana nos concede como nación “iberoamericana”, cuyo idioma hablan cuatrocientos millones de personas, varios de ellos en el propio Estados Unidos. Es toda una lección, porque se trata de la gran asignatura pendiente de nuestra diplomacia, perdida o, al menos, despistada en episodios tan desafortunados y disfóricos como el intento de mediación en el conflicto árabe-israelí. En relación a Iberoamérica, la diplomacia de Aznar-Piqué, en base a una curiosa realpolitik, se ha dedicado a mimar y apoyar a tiranos o aspirantes a ello como Hugo Chávez o Alberto Fujimori, en vez de apoyar a las democracias y a los demócratas. Signo de la pragmática mediocridad del momento político español.

No deja de ser curiosa la exhibición de papanatismo español como las hilarantes referencias a la bellísima palabra castellana “rancho”, exportada al inglés, y que por estos lares debe suponerse propia del Oeste americano, cuando eran los edificios del esquileo de la oveja merina. O la mención cortesana a que Bush se saltó el protocolo al besar a la reina, cuando eso que llaman protocolo o etiqueta monárquica tiene componentes antediluvianos, grotescos y aún abyectos, impropios del sentido igualitario de la ciudadanía. Mejor el protocolo de una democracia republicana como la norteamericana donde los ciudadanos visitan la Casa Blanca, que pagan con sus impuestos.

De mayor alcance es el anteamericanismo paranoico que lleva a criticar una decisión estratégica tan conveniente como el escudo antimisiles, auténtico seguro contra el terrorismo internacional y prevención de aventuras totalitarias.

España puede tener una relación preferencial con Estados Unidos por su idioma y sus inconexas conexiones con Iberoamérica. Es una de las amplias puertas que se abren. Por iniciativa de Bush. Aunque éste seguramente se sorprendería si se le informara de que España es la única nación del mundo donde el castellano está perseguido, donde los castellanoparlantes ven reducidos sus derechos y en amplias zonas se intenta que sus hijos abandonen tal lengua en procesos de ingeniería social denominados normalización (vieja terminología nazi, se normalizaban los territorios no arios conquistados) lingüística.

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