En su recién publicado libro (Lessons from the Heart of American Business, Warner Books, 2001), Gerald Greenwald cuenta la historia del secuestro de su vecino en Caracas, el ejecutivo americano Bill Niehous. Conocí a Greenwald en Niza, en octubre de 1975, cuando fue anunciado su nombramiento como presidente de la Ford Motor de Venezuela. Luego de tres años en Caracas, se lo llevó Lee Iacocca a Chrysler, donde llegó a ser vicepresidente de la junta directiva y hace poco se retiró de la presidencia de la de United Airlines.
Greenwald, apenas se mudó a Caracas en 1976, visitó a su vecino Bill Niehous, entonces vicepresidente de la empresa Owens Illinois, fabricante de vidrios. Resulta que ambos tenían hijos de la misma edad. Pero menos de un mes más tarde, unos guerrilleros disfrazados de militares y armados con ametralladoras secuestraron a Niehous de su casa. El pobre hombre sufrió tres años y cuatro meses de cautiverio, en pésimas condiciones. Niehous fue liberado luego que su empresa pagara un rescate de 780 mil dólares y publicara sendos comunicados de la agrupación guerrillera en el N. Y. Times, Times de Londres y Le Monde de París.
La señora Donna Niehous identificó al cabecilla de los secuestradores de su esposo, Carlos Lanz Rodríguez, quien en la Venezuela de Hugo Chávez es nada menos que el redactor del Proyecto Educativo Nacional, la nueva ley de educación que el gobierno promete aplicar para el próximo año escolar. Pienso que el presidente Chávez con tal nombramiento reconoce que la ignorancia del pueblo venezolano es la base principal de sus éxitos electorales y, con las reformas a la educación que Lanz va a instrumentar, asegurará la permanencia de su Quinta República.
Lanz, quien admite sin vergüenza alguna haber secuestrado a Bill Niehous, ya se había hecho famoso como asesor del presidente y del ahora llamado Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, ideando el año pasado un concurso de ensayos para los estudiantes venezolanos entre 14 y 24 años. El tema fue “Ernesto Che Guevara, Ejemplo de Juventudes”, en conmemoración de los 33 años de la muerte del guerrillero. Uno de los miembros del jurado oficial fue Felipe Ruiz, agregado cultural de la embajada de Cuba.
Lanz se autodescribe así: “soy gramsciano desde el punto de vista psicológico y mis ideas son un compendio de la teología de la liberación, el marxismo, el bolivarianismo, la indianidad y el cimarronismo”. El nombre de Bolívar no encaja en esa colcha de retazos de ideologías fracasadas y resulta ofensivo para muchos venezolanos el mal uso que el actual gobierno hace del nombre de El Libertador. Gramsci era un comunista frustrado porque su partido no logró controlar los sindicatos italianos. Metido en la cárcel nueve años por Mussolini, tuvo tiempo para reflexionar, llegando a la conclusión que el mejor camino para que los comunistas alcancen el poder es adoctrinando a la juventud con programas marxistas de educación.
Fidel Castro está “pagando” por el petróleo venezolano que recibe con médicos, maestros y asesores de inteligencia cubanos. Además, cada dos o tres semanas viaja un contingente de 100 venezolanos a Cuba a ser entrenados en manifestaciones y guerrillas urbanas. Una vez de vuelta a Venezuela, reciben armamento de manera que estén preparados para defender a Chávez de un golpe militar.
El caso Lanz está muy lejos de ser único en el gobierno. Adina Bastida, quien fue nombrada vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela por Chávez, admitió en enero haber pertenecido al PRV, el mismo grupo de Lanz, y sido representante en la Universidad Central de Venezuela de Douglas Bravo, el comandante de ese grupo guerrillero.
© Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE
y académico asociado del Cato Institute.
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