En resumidas cuentas: Franco puso los periódicos, las cajas de ahorro el dinero, los socialistas andaluces se hicieron con los periódicos y con el dinero, aunque al final apareció Polanco y se quedó con los medios. Así que todo quedó en casa. Negocio redondo, se mire por donde se mire.
Lo curioso es la insistencia en que en todo esto no hay ilegal y aún más que el fiscal anticorrupción no haya intervenido todavía, con tan notorios indicios de financiación ilegal como las declaraciones del ex secretario de finanzas socialista.
No es el único caso. Es la punta del iceberg, pues la privatización de los medios de Falange fue una de las historias más abrumadoras de la corrupción socialista, de manera generalizada, y oculta hasta que el conflicto de las cajas andaluzas ha abierto la caja de Pandora y ha dejado margen para los ajustes de cuentas.
El notorio pacto en el debate del estado de la nación para dejar fuera de la polémica la corrupción parece roto días después. Aunque se hace preciso recordar que la lucha contra las conductas irregulares, al margen de heroísmos periodísticos, ha de ser misión del Poder Judicial. En ese sentido, cabe preguntarse dónde está en toda esta materia el fiscal anticorrupción y si en su lentitud tiene algo que ver la presencia del apellido Polanco en la estación de término de un íter en el que todos obtienen tajada, como debe suceder en los buenos negocios.

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