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Alberto Míguez

África: La unión imposible

El ecólogo y demógrafo René Dumont, recientemente fallecido, escribió hace muchos años un libro cuyo significativo título era “Africa negra ha empezado mal”. A estas alturas, podría añadirse un complemento: “y sigue peor”. Los jefes de Estado africanos se han reunido recientemente en Lusaka (Zambia) para rezar un responso por la OUA (Organización de la Unidad Africana), un bodrio que sirvió en los últimos veinte años simplemente para tomar nota solemnemente del rifirrafe y desmadre permanentes que marcaron la historia reciente del llamado “continente negro”.

La OUA nació para construir la unidad africana pero su fracaso ha sido tan clamoroso que hasta sus ancianos fundadores terminaron reconociendo que África estaba cada día más desunida, era cada año más pobre y se encaminaba cada decenio hacia el colapso definitivo en el que ya está. No en vano de los ochocientos millones de africanos la mitad pasa hambre y vive apenas con un dólar por día, millones de ellos agonizan a causa de la malaria o el sida, centenares de miles son esclavos, soldados o se prostituyen.

No en vano tampoco de los 53 países que formaban la OUA hasta hace unos días, 20 de ellos están en guerra, civil o exterior. Y ¡vaya guerras!: Sudán, Congo, Ruanda, Angola. La simple mención pone la carne de gallina. La OUA se limitó en los últimos treinta años a certificar estos horrores e intentó, en vano, remediarlos cuando no echó leña a la hoguera donde se consumen hombres y tierras. Ahora la OUA acaba de autodisolverse y reconvertirse en UA (Unión Africana) una ingeniosa idea del coronel Gadafi convencido de que la salvación de los africanos está en imitar, aunque sea formalmente a los europeos y su UE. Cree el coronel que simplemente con cambiar de nombre las cosas cambian aunque sabe de sobra que aunque la mona se vista de seda...

La UA quiere dotarse de Parlamento, Tribunal de Justicia y Comisión o Comité ejecutivo y moneda única: como los europeos, antaño implacables colonialistas y ahora, por arte de birli birloque admirables precursores de la modernidad. Aunque sólo sea por la personalidad del promotor y profeta de la Unión Africana, el coronel Gadafi, parece justificado el pesimismo sobre el futuro de este bodrio. Gadafi ha sido en los últimos decenios el promotor de cuanta masacre, rebelión, guerrilla y mafia política de cuantas arruinaron a la arruinada África. En nombre del Islam y la revolución anticolonial, naturalmente. Si algún líder o cabecilla africano ha hecho lo posible para que el continente estallase en mil pedazos, fuese más pobre y miserable y se convirtiese en un trágico estercolero ha sido precisamente el sempiterno dirigente de la “jamahiriya” libia, promotor de guerras civiles y militares, golpes de Estado, conspiraciones y asesinatos en masa.

Con un precursor como éste la UA está arreglada. Pero antes siquiera de que en la euforia fundacional los jefes de Estado africanos se abrazaran ante las cámaras (los cuchillos y las metralletas los depositaron a la entrada) la nueva organización ofrecía un magnífico ejemplo de unidad y concordia al facilitar precisamente la expulsión de Marruecos, un país clave en el Norte de África y, pese a todos sus problemas, un ejemplo de sentido común, régimen político abierto y gobierno democráticamente elegido. África sin Marruecos es como Europa sin Italia: un disparate. Pero veremos más.

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