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Por uno de esos azares de la vida me toca ir a vivir al número 56 de una calle. Es notoria la cifra y la fecha. En 1956 me alojo en la Universidad. Coincide un año que va a suponer el hiato de la transformación inevitable del franquismo. Uno es de la generación de una fecha en la que se abre a la mayoría de edad y en la que ocurre algo significativo. Así pues, yo pertenezco a la generación del 56. Se decide entonces mi vocación, me enamoro por primera vez, firmo mis primeros escritos, viajo fuera de España.

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