Todos sabemos que, donde estaban las famosas torres gemelas de Nueva York, se alzarán otra vez más altas. Es el orgullo yanqui, admirable por tantos conceptos. Pero convendría pararse un poco. ¿Realmente vale la pena seguir construyendo en altura? Ahora sabemos que los rascacielos no resisten un gran incendio. ¿Y un vulgar apagón? Hay proyectos vanos de edificar torres de más de un kilómetro de altura. Asusta pensar los ingentes problemas de seguridad que iban a tener. Algún día tendrá que terminar la desmesura de Babel. El orgullo se podría aplicar en otras direcciones más imaginativas. Es cuestión de pensar.

Edificios sesquipedálicos

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