Es posible, aunque no totalmente probable, que el vicepresidente económico se haya sentido solazado y reconfortado por el caluroso análisis del FMI sobre la economía española. Es menos probable que Rato se crea que el Gobierno está haciendo grandes reformas en sectores estratégicos de la economía como la Universidad o el mercado laboral, según afirma temerariamente el FMI, porque sabe perfectamente que no es así. En la Universidad todavía hay en marcha una modesta reforma técnico-administrativa, pero en todo lo referente a la legislación laboral y no digamos en materia de pensiones, la mayoría absoluta del PP se ha traducido en una absoluta parálisis. Sólo faltaba lo de Gescartera para que a la falta de proyecto se añadiese la falta de autoridad, y al Gobierno ya sólo le queda el consuelo de leer la Prensa adicta o las recomendaciones de las instituciones internacionales, sobre todo cuando son favorables al recomendado.
Pero Rato y Montoro deberán tener algo pensado para cuando, como ya anunció Solbes –y por ende conoce todo el mundo– las instituciones europeas revisen a la baja las previsiones de crecimiento español. Porque se pueden hacer las cosas por convicción y por obligación, pero cuando se tienen que hacer por obligación, y así sucede con el hecho de que el crecimiento de la economía en que se basa el Presupuesto será muy probablemente menor del previsto por el Gobierno, cuanto antes y con mejor cara, mejor. Como viene defendiendo Libertad Digital, el Gobierno puede presumir de tener la mejor ejecutoria económica de Europa, los mejores datos de crecimiento y, dentro de lo malo, lo menos malo en cuanto a previsiones de crecimiento económico. ¿Por qué se empeña en convertir en una derrota política lo que debería ser una victoria? ¿Por qué no hacen el ejercicio de humildad de arbitrar una pequeña rectificación y se atienen a la realidad en vez de a sus ya descartados y añejos deseos? ¿Por qué no se baja del burro del 2’9% y opera con previsiones más modestas?
Tal vez porque no se baja de la nube de la prepotencia y la desinformación oficial. Y es más difícil bajarse de la nube que del burro. Al final caerá de ambos, cuando habría podido fácilmente descender o descabalgar. Todavía está a tiempo. Pero le queda poco.
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