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El plante en el debate de los presupuestos del ejecutivo vasco ha tenido efectos homeopáticos. Ha puesto en evidencia lo obvio. Es decir, que el PNV, ni tras haber fagocitado en las listas a EA, ni tras haber comprado el concurso del saltimbanqui de Madrazo, tiene mayoría absoluta, ni puede asegurar la estabilidad, salvo por la condescendencia de los terroristas representados por Batasuna. Ibarretxe no sólo sigue instalado en la dinámica de Estella —su infantil pulso en el Concierto se mueve en esa mala dirección— sino que gobierna gracias a ese esquema. Batasuna forma parte del equipo gubernamental, bien que de forma tácita. Las referencias de Ibarretxe a que deberían formar gobierno los constitucionalistas y Batasuna no es más que un ejercicio de cinismo de la ultraderecha nacionalista vasca, pues es ella la que gobierna en coalición implícita con los batasunos, a cambio de sustanciosas subvenciones que, en cualquier sitio donde no se haya perdido tanto el sentido común, se considerarían financiación del terrorismo.

Pero entre esos efectos homeopáticos está también la operación de acoso contra Nicolás Redondo diseñada desde Prisa y Gobelas, asumida por Ferraz y ejecutada por los Patxi López y los Odón Elorza. Contra la evidencia de los datos, se decidió que las elecciones habían sido un fracaso y que el chivo expiatorio debía ser Nicolás Redondo. A pesar del acierto de su estrategia, que impidió la desbandada de votantes en aras del voto útil, los intereses mediáticos y los resentimientos de Felipe se anteponen a los del proyecto nacional y al del mínimo democrático de lucha a favor de la libertad personal. La sumisión al nacionalismo se percibe en la recaída en el cinismo de los nuevos dirigentes del socialismo vasco. Acusar a Mayor Oreja de dañar las relaciones entre el PSOE y el PP por mostrarse dispuesto a ser la alternativa en solitario no deja de ser un insulto a la inteligencia cuando es la relación con el PP lo que se diaboliza desde el PSOE para intentar enterrar a Redondo y su legado

La cuestión que no parece haberse planteado la “guardería” —con ese inefable personaje de José Blanco, cuyo fracaso en Galicia es notorio— es qué coste electoral tendría para el PSOE presentarse a unas elecciones nacionales con la propuesta de trocear la piel de toro, siendo los vástagos de Pablo Iglesias los mamporreros de la saga de Arana o proponiendo una reforma constitucional para abrir la espita de la secesión. El 13 de mayo hubo un triunfo del constitucionalismo que los grupos de presión decidieron hurtar desde la misma noche electoral. En esto están.

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