La crónica empieza así: “El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Juan Carlos Aparicio, comparó ayer el uso del chador o hiyab islámico con la ablación, y calificó ambas prácticas de costumbres inaceptables” (El Mundo, 17-II-02). Más adelante, se especifica que se trata de la “ablación genital femenina”, lo que permite entender mejor la reprobación del ministro. La ablación es el acto quirúrgico de separar o extirpar cualquier parte del cuerpo. Por tanto, se puede ejecutar la ablación de un tumor, una verruga, la lengua o el clítoris, entre otros muchos ejemplos. Es necesario precisar qué es lo que se extirpa. Hablando de “costumbres inaceptables” islámicas en relación con la mujer, suponemos que se trata de la ablación del clítoris, ciertamente una práctica vituperable. Tampoco se puede equiparar con el uso del pañuelo que suele cubrir la cabeza de las mujeres islámicas. Hace un siglo las madrileñas decentes de clase modesta iban por la calle cubiertas con un pañuelo. El rito verdaderamente terrible es el de la ablación del clítoris. En rigor, no es lo mismo que “ablación genital”, puesto que el clítoris no sirve para la generación; solo para el placer. Demasiado lo sabían quienes inventaron una mutilación tan degradante.
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