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Carlos Ball

Golpe de timón en Washington

El Sr. Reich, según informó Mary O’Grady, en su columna del 1 de marzo en el Wall Street Journal, dijo que ‘apoyar la democracia no se limita a celebrar elecciones cada cuatro años y olvidar qué sucede entretanto. Deseamos apoyar el fortalecimiento de las instituciones democráticas’. También se refirió a la nueva disposición realista que predomina entre los congresistas estadounidenses con quienes se ha estado reuniendo desde que el gobierno colombiano dio por terminado el proceso de paz. Los congresistas ‘entienden que ni una rendija de luz separa a los narcotraficantes de los terroristas en Colombia; que no se trata de insurgentes sino de grupos terroristas que representan un peligro para la región’.

Qué alivio oír planteamientos claros, en lugar de la ambigüedad a la que nos había acostumbrado el gobierno del presidente Clinton, cuando las decisiones se tomaban y se modificaban según los resultados de la última encuesta de opinión.

Los periodistas que conocemos a Otto Reich desde sus tiempos como embajador en Venezuela, (1986 a 1989), entendemos por qué la izquierda dentro y fuera de Estados Unidos temía tanto y se oponía tan agresivamente a su nombramiento a ese cargo clave para la región. Igual que el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, Reich es uno de esos pocos funcionarios que cuando habla, dice claramente lo que piensa y, luego, hace lo que dice. Además, habiendo nacido en Cuba, conoce bien los horrores del comunismo y la hipocresía de los tontos útiles latinoamericanos.

Por fin terminó aquella tragicomedia en la que un soldado colombiano tendría primero que averiguar, antes de dispararle a quien intentaba matarlo, para saber si se trataba de un narcotraficante o de un guerrillero insurgente. Sólo en el primer caso podía legítimamente contestar el fuego con un fusil y una bala proveniente de la ayuda militar de Estados Unidos.

El presidente Bush postuló a Otto Reich en marzo del año pasado, pero el senador demócrata Christopher Dodd, presidente del Subcomité de Asuntos Hemisféricos, había logrado bloquear maliciosamente la votación, en venganza a diferencias de hace dos décadas, cuando el senador apoyaba a los comunistas centroamericanos y Reich, funcionario del gobierno del presidente Reagan, favorecía a quienes luchaban contra el marxismo. Por eso, el presidente Bush decidió el 11 de enero aprovechar el receso invernal del Congreso para encargar a Reich de la política hacia América Latina y Canadá. Bajo la Constitución, el presidente tiene la facultad de encargar a sus nominados hasta por un año, sin la previa aprobación del Senado. La crisis argentina, la guerra en Colombia y el caos producido en Venezuela por la alianza de Hugo Chávez con Fidel Castro y con los grupos terroristas que conforman el Foro de Sao Paulo no permitían mantener ese cargo indefinidamente vacante.

Un editorial del 13 de diciembre pasado, del mismo Wall Street Journal, describía claramente el retroceso regional: ‘Hace 10 años, el futuro de América Latina se veía brillante. La democracia iba en ascenso, las economías crecían y la era de los golpes militares parecía haber terminado... pero en ninguna parte las condiciones se han deteriorado más rápidamente que en Venezuela bajo el presidente Chávez, cuyo modelo es Fidel Castro’.

El financiamiento del terrorismo con dinero del narcotráfico y del petróleo de Chávez es el reto hemisférico que confronta Washington actualmente.

© AIPE

Carlos Ball es director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

Este artículo, junto a otros de Plinio Apuleyo Mendoza, Armando Frontado, Martín Krause y otros se publica en La Revista de América de Libertad Digital. Si desea leer más, pulse AQUÍ


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