Menú
Enrique de Diego

Garaicoechea tira de la manta

Las revelaciones de Carlos Garaicoechea ponen sobre el tapete uno de los apartados más oscuros de la historia del nacionalismo vasco, que llevó a toda una escisión, la cual todavía colea, aunque más bien renquea. Confirma ad intra del nacionalismo la personalidad cínica y maquiavélica (en el jesuítismo hay más sutileza) de Xabier Arzalluz y lanza una andanada a la propia Corona, a la que sitúa en una curiosa posición de mediadora o intrigante dentro del nacionalismo, en esquemas que recuerdan el tan traído y tan llevado pacto con la Corona, estulto dogma nacionalista, deudo de los macarrónicos estudios históricos de Sabino Arana.

Garaicoechea denuncia una especie de “operación de Estado”, en la que Arzalluz y el PNV no tuvieron empacho en recurrir al campo de lo delictivo. Al margen de los beneficios que pueda obtener por el libro, y que justificarían en escasa medida el que las revelaciones se hubieran mantenido ocultas hasta ahora, cabe señalar que Garaicoechea se ha mantenido hasta el momento callado en lo fundamental, situándose en la posición relativista, tan propia de los nacionalistas. Y pactando, tapándose la nariz, con enemigos sin escrúpulos en nombre de la causa común.

Sobre la cuestión, tengo alguna experiencia personal que relato. Era entonces un joven jefe de la sección política de ABC. Era verano y estaba en el candelero la llamada “guerra de las banderas”. El corresponsal de Bilbao envió unas declaraciones de Julen Guimon, un político entonces relevante, en las que denunciaba que la bandera española estaba proscrita en Ajuria Enea. Es decir, la ley de banderas no se cumplía en el propio gobierno vasco. Consulté con el director la importancia de la revelación y se dio una portada titulada “No ondea la bandera en Ajuria Enea”, que dio lugar a una persistente campaña en la que se contaban los días en los que continuaba sin atenderse a la legalidad.

En el campo del nacionalismo, estaba de fondo un intenso pulso sobre el modelo de partido y de gobierno que se dirimía en torno a la Ley de Territorios Históricos. Garaicoechea era partidario de fortalecer el gobierno vasco, y Arzalluz y Sabin Etxea de potenciar las Juntas Generales de las provincias.

A pesar de las aparentes distancias, Arzallu animó a ABC a seguir con la campaña sobre la ausencia de la bandera española en Ajuria Enea. Se estableció una curiosa alianza entre el ABC de entonces y el Arzalluz de entonces y ahora, que llevó a que se terminara abruptamente la campaña cuando se recibió el mensaje de Arzalluz de que el nuevo lehendakari sería un oscuro dirigente guipuzcoano, llamado José Antonio Ardanza, y que pondría la bandera española en su despacho. Creo que eso fue flor de un día y luego se ha seguido burlando la Ley. Se trataba sólo de una coartada en un paisaje de cinismo exacerbado.


© www.libertaddigital.com 2002
Todos los derechos reservados

Titulares de Libertad Digital
Suscríbase ahora para recibir nuestros titulares cómodamente cada mañana en su correo electrónico. Le contamos lo que necesita saber para estar al día.

 &nbsp
!-->

En Opinión