Esta semana ha sido bastante movida para un servidor. Me he pasado un par de días en León hablando de ciberderechos, lo que a la vuelta me costó caer en una feroz huelga de autobuses. La organización inglesa Statewatch acaba de publicar un artículo escrito por mí sobre el Centro Nacional de Inteligencia. La revista Mundo Linux reproduce uno de mis informes sobre la LSSI en su último número. Y, para desesperación de mi práctica madre, todo ello sin cobrar un duro. En realidad, lo único que he hecho esta semana con fines lucrativos ha sido escribir este artículo.
No me malinterpreten, me encanta llegar a fin de mes. Pero creo, como en el anuncio de Mastercard, que algunas cosas no se pueden comprar con dinero Soy uno de esos bichos raros que piensa que la vida es más que trabajar, cobrar y ver la final de la Champions. Y me alegra saber que no estoy solo. Internet entera es fruto de bichos raros, gentes que derrochan tiempo y esfuerzo a causas por las que no hubieran movido un dedo de mediar pasta por medio. Si IBM, Apple o Microsoft hubiese reunido a los mejores cerebros del mundo y les hubiese dicho “aquí tienen un billón de dólares, construyan una red de comunicaciones informáticas globales” no sé que les habría salido, pero probablemente el resultado se parecería a la Internet actual como un huevo a una castaña. Quizá ahora navegásemos en un gigantesco centro comercial, con bellos escaparates para tentarnos y una página de pago tras cada esquina.
Parece que algunos, obnubilados con sueños embriagadores de riqueza y abundancia, han inventado algo que llaman Sociedad de la Información. Y el último invento de esa sociedad es algo llamado Ley de Servicios de la Información y Comercio Electrónico (LSSI). En palabras de sus impulsores, pretende establecer un marco jurídico que otorgue garantía, seguridad y confianza a los ciudadanos del mundo digital. Claro que algo debe haber cuando esa ley lleva un año soportando las críticas de colectivos digitales, empresas del ramo, partidos políticos y muchos, muchos internautas.
Puede que el motivo consista en que, con esta nueva ley, se declara “servicio de la sociedad de la información” prácticamente todo lo que se mueva por la Red y tenga o pueda tener alguna componente económica, incluso si no se cobra por ella. Ya sea la página personal que tiene un pequeño banner para cubrir costes, o la lista de correo electrónico que se sufraga con anuncios en sus mensajes, todo servicio que haga ganar dinero a alguien, o que sea gratuito pero constituya una actividad económica para alguien, es una prestación de servicios. Nadie estará, creo, en contra de que las actividades de comercio electrónico paguen sus impuestos, pero que al chaval que recibe medio céntimo por visita a su página se le considere igual a todos los efectos que al corteinglés.com me parece pasarse tres pueblos.
No les contaré todas las pegas que la comunidad internauta le ha puesto a la LSSI, porque llenaríamos todo un periódico, pero permítanme sugerirles que se informen en mienten.com, Kriptópolis y mi propia página al respecto, donde encontrarán información hasta hartarse. Para comenzar, nada mejor que obtener el propio anteproyecto (en la página de Ciencia y Tecnología aparece bajo un botón que muy subliminalmente reza “Anteproyecto de ley SI”). Lean y juzguen por si mismos. Vean cómo se somete a los prestadores a un régimen de responsabilidades dignas del 1984 de Orwell. Sean testigos de cómo un internauta medio puede verse en el trance de pagar sanciones de 600.000 euros por enviar tres mensajes spam en un año. Aprendan cómo una “autoridad administrativa” puede ordenar la clausura de elmundo.es sin necesidad de orden judicial. Admírense de la forma en que el MCYT puede rodearnos de un Telón de Caspa que nos proteja de perniciosas influencias externas, al estilo de otros países de nuestro entorno como China, Singapur y Arabia Saudí.
Y, cuando haya terminado, pregúntese a sí mismo por qué una ley sobre servicios de la información y comercio electrónico no incluye en su articulado las palabras “comercio electrónico.” Ahora comenzarán a entender por qué a esta ley, que ya se comienza a conocer como Ley de Internet, no ha hecho más que irritar al mundo internauta. Parte de esa irritación ha saltado ya a la arena política. PSOE, EA, IU, ERC y BNG han anunciado la presentación de enmiendas a la totalidad, lo que significa decirle al gobierno que ahí va de vuelta la ley para que se la coman con patatas. A ver si en el proceso de digestión logran redactar una ley de comercio electrónico y solamente de comercio electrónico (LCESCE).
En realidad hay muy poca gente a favor de esta ley. Que yo sepa, se han posicionado a favor de la LSSI la ministra Birulés, sus subordinados Borja Adsuara y Baudilio Tomé, la directiva de la Asociación de Internautas y Coco, el oso de peluche de mi hijo. Aunque creo que este último está reconsiderando su postura.
Arturo Quirantes edita la página Taller de Criptografía.

Internet, zona comercial
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