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Falsos adictos

Se supone que con el paso del tiempo se llegará a una síntesis de prestaciones y utilidades entre televisión e Internet. Según una encuesta publicada por New Media entre norteamericanos entre 18 y 34 años, el 45 por ciento de los cuales gana más de 75.000 dólares al año, la mayoría aplica más minutos de su tiempo a Internet que a ver televisión.

La supuesta síntesis entre TV e Internet se basa en las expectativas de innovaciones tecnológicas, pero no tiene en cuenta el elemento humano. Dos profesores de la Universidad de Rutgers (Universidad estatal de Nueva Jersey) han realizado un interesante trabajo sobre la adicción a la televisión. Aquí nos referiremos tan sólo a los aspectos comparativos con Internet, destacándose, en primer lugar, que la subyugación que la TV ejerce sobre las personas se basa en la denominada reacción orientadora estudiada por Pavlov en 1927 y bien conocida por los adiestradores de perros. Consiste esencialmente en que atendemos de forma instintiva a cualquier estímulo inesperado o nuevo. Es lo que nos sucede cuando contemplamos por enésima vez un estúpido anuncio que no nos interesa en lo más mínimo. Lo que sucede es que cada vez que cambia la imagen en la pantalla (y a lo largo del anuncio cambia un buen número de veces), nuestro cerebro experimenta un bloqueo de las ondas alfa (tan invocadas por los ciberbrujos de la Nueva Era) al mismo tiempo que se dilatan los vasos sanguíneos cerebrales al tiempo que se constriñen el resto de arterias y venas del cuerpo. Por absurdo que parezca todo esto, cuando vemos un anuncio, nuestros cerebros se ponen a funcionar... en la dirección equivocada. Nos convertimos en meros receptores. No transmitimos nada. Sólo absorbemos. Probablemente es la “sensación de pensar” mezclada con al relajación del cuerpo lo que genera esa inmovilidad que marca en los sofás depresiones de distinto tamaño en función de las dimensiones del trasero de cada miembro de la familia.

Pero en Internet sucede algo distinto. Como mínimo se plantea una cierta interactividad: "navegamos" a través de las páginas web, seleccionamos información e incluso enviamos correos, rellenamos formularios, votamos o dejamos nuestra opinión en algún grupo de noticias.

La incorrectamente llamada adicción a Internet no es tal: el supuesto adicto ya lo era antes (al fútbol, a los cotilleos, a los juegos, al sexo o a cualquier otra maldita cosa). La incapacidad por parte de los padres para comprender la diferencia entre adicción y uso es lo que les ha decidido a contratar líneas de alta velocidad para sus hijos. Si antes se hacían idiotas ante la TV, ahora se harán idiotas a gran velocidad.

La televisión es un electrodoméstico. Internet no.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la televisión canibalizará a Internet poco a poco. En cuanto los ratones se conviertan en mandos a distancia (y ya se ha empezado de alguna forma) y aumente el tamaño de las pantallas planas mientras simultáneamente disminuye su precio, Internet será algo que se utilizará desde el sofá. Al final, y como de costumbre, tendremos dos tipos de usuarios: una mayoría idiotizada y una minoría que utilizará la Red para su crecimiento personal y profesional.

Ciertamente no se trata de nada nuevo. El invento de Juan de Gutemberg ha servido para publicar tanto Platero y yo como Mein Kampf.

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