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Alberto Míguez

Militares felones

Los militares venezolanos acaban de batir todos los récords conocidos en Iberoamérica en cuanto a deslealtad, oportunismo y caradura. En apenas 48 horas han traicionado a tres presidentes de la República, han participado en el asesinato de treinta personas a sangre fría y han detenido, torturado, saqueado y encarcelado a políticos, periodistas, empresarios, clérigos y estudiantes. Sin cortarse un pelo, como dicen los castizos.

Primero, por orden expresa del presidente Hugo Chávez, dispararon contra una multitud que pedía su dimisión. Después, se trasladaron al Palacio de Miraflores, detuvieron al presidente –que es también comandante, su comandante en jefe–, le arrebataron el uniforme y lo encarcelaron en un cuartel para mandarlo después a una base naval a fin de que no se escapara. Acto seguido, asistieron complacidos a la toma de posesión como nuevo presidente del empresario Pedro Carmona. Mientras este juraba el cargo, los comandos militares y de la Guardia Nacional se dedicaban a cazar en sus domicilios o en la calle a los ministros, diputados, dirigentes políticos y seguidores connotados del detenido Chávez.

La felonía siguió por la madrugada, cuando obligaron a Carmona a que volviera sobre sus pasos y no disolviera la Asamblea Nacional para posteriormente personarse de nuevo en el Palacio de Miraflores y detener al presidente a quien habían jurado lealtad. Con Carmona hicieron lo mismo que con Chávez: fue conducido “manu militari” (y nunca mejor dicho) al cuartel general del Ejército. Allí le obligaron a dimitir y lo encerraron en un calabozo, donde probablemente sigue. Minutos después, fueron a buscar al vicepresidente del “chavismo” para trasladarlo al mismo Palacio presidencial y obligarlo a jurar su cargo de presidente interino. Mientras todo esto sucedía, en la calle se iniciaban los saqueos y las manifestaciones pidiendo el regreso de Chávez. Nueva matanza.

Chávez regresó de la isla donde lo habían encerrado para impedirle que huyera a Cuba y de nuevo generales, coroneles y demás tropa asistieron a la jura del presidente, que aprovechó la oportunidad para ensalzar el patriotismo y la lealtad de las fuerzas armadas. Caray con la lealtad. Helos ahí, pues, a esta gavilla de felones convertidos una vez más en salvadores de la patria por su otro salvador, el pintoresco presidente recuperado.

Lo malo de esta historia, más propia de Tirano Banderas que de Macondo, es lo que les espera a quienes se atrevieron hace apenas dos días a pedir la dimisión del renacido presidente: Venezuela entra en la “hora de los hornos”. Pobres políticos, empresarios, periodistas, profesionales, policías, curas y paisanos. Sobre todos ellos caerá la ira sagrada del presidente y sus sayones, es decir, los militares golpistas, traidores, corruptos y felones. Pobre Venezuela.

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