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¿Traen mala suerte los gatos negros o es la velocidad?

El fiscal anticorrupción solicita que se llame a declarar como imputados a un secretario de Estado y a varios banqueros. Jesús Gil ve derrumbada su apariencia de éxito juicio tras juicio. Y la televisión digital no funciona. Hay gente que cree que estas cosas suceden debido a la mala suerte.

Los personajes gafes siempre han gozado de gran aceptación en el mundo del comic, como el francés Caliméro o el español Rompetechos. Y también en el mundo de la política y las finanzas. Hay algo de liberador en la constatación de la mala suerte de algunos triunfadores. Los menos avisados llaman morbo a estas sensaciones, al parecer tan agradables, que producen las desgracias que se derraman desde las cumbres del poder. No hay grandes diferencias de concepto entre el procesamiento de un banquero o las infidelidades ciertas o ficticias de la esposa de un torero. El mecanismo es idéntico. Pero se perciben elementos extraños en todo este asunto: si bien en líneas generales el hecho de ganar dinero parece una práctica saludable, no está tan claro que resulte tan razonable el obsesionarse en ganarlo a toda velocidad. Las personas y las instituciones son ingenios; las primeras son ingenios naturales de índole bioquímica y las segundas, ingenios administrativos. Pero a la postre no se diferencian esencialmente de una aspiradora o del motor de un automóvil: si los fuerzas, revientan. Por eso revientan tanto las personas y las instituciones. La supuesta mala suerte que conduce a la ruina es el resultado de un trabajo persistente, tenaz y entregado para llegar cuanto antes al desastre.

Alejandro Vesga, el director de la revista Emprendedores y quien esto subscribe, hemos publicado un manual titulado La buena suerte en los negocios centrándonos en los aspectos más relevantes de la excelencia práctica del sentido común. Puedes tener buena suerte, pero para tenerla, necesitarás trabajar, y sobre todo, pensar, dentro de un equilibrio razonable entre el riesgo y la prudencia. En otro caso, la aspiradora revienta.

Las supersticiones no son buenas compañeras en este viaje de la vida, aunque Winston Churchill acariciaba a los gatos negros para atraerse la buena estrella. Y no le fue mal, después de todo. Sin embargo, yo sí creo en que hay gente gafe. Lo que sucede es que yo no creo que un gafe atraiga la mala suerte sobre sí mismo, sino sobre los demás. Y no hace falta la magia para interpretar todo esto: los empleados desidiosos, falaces o incompetentes, son gafes por definición; y no hay empresario que no esté de acuerdo con esta observación. El cónyuge que tiene a la reserva mental como virtud, es gafe por necesidad y atrae todas las desgracias habidas y por haber sobre el hogar.

Y sobre todo, el socio político o financiero obsesionado por hacer algo grande en esta vida (ya saben, la realización personal y todo eso que explica la teoría de la Pirámide de Maslow) es el tipo más gafe con el que nos podamos encontrar.

Los gatos negros no me preocupan. Pero de estos adictos a la velocidad financiera huyo como de la peste.

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