El PSOE sigue estancado, con un ascenso de matiz, casi insignificante. El PP, sin embargo, desciende en expectativa de voto. Por tanto, la distancia se reduce. ¿Por qué? El Partido Popular está tomando medidas importantes, que claramente debía haber tomado antes. En medio de la crisis económica, los datos españoles son envidiables. Podría considerarse que la gente se ha acostumbrado a unos niveles de crecimiento superior y ante la desaceleración reduce su apoyo a los populares. También se puede aducir el viejo argumento de que el PP no comunica, y en este caso, además es cierto, porque el aparato generado por los populares oscila entre la crisis esencial y el complejo de culpa. No puede descartarse el desgaste por la convocatoria de la huelga general, pero la encuesta del CIS refleja un estado de opinión previo, pues ese escenario se puso en marcha, especialmente, desde el 1 de mayo.
El discurso socialista viene centrándose en los últimos tiempos en la prepotencia de Aznar. Y ésta es casi obvia. Desde hace tiempo, el presidente del Gobierno transmite la impresión de estar por encima del común de los mortales –algo que nunca está bien visto en una democracia–, alejado de la realidad de la calle, la presidencia española de la UE, el fin de semana en Camp David, la relación preferencial con Bush, la sintonía con Blair, pueden generar un ambiente de envidia –el pecado nacional por antonomasia–, pero la verdad es que el presidente, de cumbre en cumbre, parece tenerlo todo claro y reconviene a los españoles para que se esfuercen en comprender sus grandes diseños, establecidos desde una clarividencia fuera de lo normal. La impresión que da es que tiene un hartazgo de adulación. Su respuesta a la convocatoria de huelga, siendo muy justa, fue muy crispada en las formas.
Es curioso que exista esta impresión generalizada –hace poco coincidían en ella de forma unánime corresponsales de medios británicos– cuando Aznar ha tenido el gesto encomiable de autolimitar sus mandatos. Los datos del CIS indican que ha hecho bien. La gente se puede estar cansando. El estilo de los últimos meses no gusta. Eso está en la calle, y sale ya en las encuestas. Claro que eso no justifica una huelga general.

La prepotencia de Aznar
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