La profesionalidad de un Policía Nacional y la colaboración de un ciudadano han permitido la detención de un etarra en el pueblo valenciano de Algemesí. Otros dos están siendo buscados. La banda etarra viene mostrando una intensa obsesión con la Comunidad Valenciana, donde el año pasado moría en Torrevieja una terrorista con la bomba que manipulaba. Las detenciones recientes en Francia incluían a terroristas que tenían previsto trasladarse a esa autonomía. Algemesí es pueblo de interior, sin relación con el turismo, por lo que bien podría ser la base de operaciones, aunque esos datos se irán sabiendo con el transcurrir de las horas.
Lejos de cualquier atisbo de tregua, como se venía insinuando desde el ámbito nacionalista, los etarras parecen “desesperados” en cuanto a perpetrar asesinatos y atentados, y ello les está induciendo a cometer errores graves. La matrícula falsa utilizada en el coche robado que usaban, al parecer, era una auténtica chapuza, fácilmente detectable. Ese grito de “gora Eta” en el momento de la detención parece propio de un fanático desequilibrado, muy por encima de lo habitual en estos casos de perversión moral extrema. Gritar eso en Algemesí es propio de un desquiciado, que ha perdido por completo el sentido de la realidad. Nadie le iba a aplaudir en Algemesí y sólo servía para identificarse de inmediato.
En contra de las esotéricas tesis de los obispos vascos, para quienes no debemos analizar las relaciones entre Batasuna y Eta, el detenido demuestra por enésima vez, en la praxis, que Batasuna no es otra cosa que la cantera de la banda terrorista, pues la preparación del detenido había tenido lugar en la “kale borroka”. La ilegalización de Batasuna aparece como un imperativo ético, directamente deducible de los datos constantes de la praxis.

Un batasuno-etarra desquiciado
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