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Me disculparán mis leales lectores la escasa originalidad al escoger título, pero la reciente visita de nuestra anterior máxima responsable cienciotecnológica hace que venga como anillo al dedo. No sé a qué va realmente, porque los comunicados de prensa son tan descriptivos como un folio en blanco. Pero el hecho es que doña Biru se nos fue a China, país de grata tradición democrática, como todos sabemos.

Lo curioso es que oficialmente no sabemos por qué se fue allí. Lo que sí sabemos es que firmó una declaración de cooperación industrial, lo que queda muy bonito a la hora de justificar viajes pagados con el erario público. También se ha llevado al equipo de empresarios habitual, que son los que realmente se benefician de este tipo de viajes. Y por último –y es el punto en el que podemos ponernos a temblar–, han acordado cooperar en los campos de las telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información.

Es decir, una nación que acaba de aprobar una de las leyes más restrictivas del ciberespacio, pasando un kilo de la opinión de la mayoría de internautas y empresas del sector, que obliga a sus ciudadanos a tener un año de datos de tráfico colgando sobre sus cabezas como espadas de Damocles, que mezcla churras con merinas y lo mismo te legisla sobre líneas Trac que sobre dominios .es en el mismo texto, se va a buscar un socio cooperador al otro extremo del mundo. Y ¿cuál escoge? Pues el país que cuando sus ciudadanos protestan los aplastan con carros de combate. Todo un ejemplo a seguir, no hay duda.

¿Recuerdan las imágenes de Tiananmen, en las que se veía a un ciudadano chino enfrentándose a los tanques? Pues dentro de nada nos convencerán de que eso demuestra la buena educación del ejército chino, que detiene una columna de carros de combate para que la gente pueda cruzar la calle de camino al mercado. Total, un país que aprovecha el incendio de un cibercafé para reprimir aún más a su población internauta solamente se diferencia en grado del país que aprovecha una ley sobre comercio electrónico para incluir la criminalización de los hiperenlaces, la responsabilidad por contenidos ajenos y el almacenamiento de datos de tráfico en el mismo pastel.

Personalmente, consideraría más provechoso que doña Biru hubiese aprovechado el viaje para hacer una escala en Corea del Sur. No para ver los partidos del Mundial, porque ya han terminado, sino para comprarnos un par de ordenadores de los que tienen por allí. Como ya les comenté en la columna Teraflops Fuera, allí no solamente nos ganan en penaltis: la CPU que tienen los coreanos dispuesta en grandes ordenadores supera a la española en diez a uno.

Para mayor vergüenza, acaba de salir el último "top 500" de las mejores máquinas del mundo. ¿Saben cuántos superordenadores, de entre los quinientos mejores del planeta, están en España? Hace unos meses eran dos. Hoy, tras los seis meses de presidencia española de la Europa europea, la respuesta es: cero patatero. Las otras naciones, grandes y pequeñas, se afanan en garantizar a sus científicos el acceso a grandes centros de cálculo, y aplaude a las empresas que se dotan de buenos equipos informáticos. Aquí nos gastamos el poco dinero que dedicamos a Internet en planes de alfabetización que nunca se completan, en salir en la foto... y en viajar a China. Así nos luce el pelo. Mucho cuento chino es lo que hay.


Arturo Quirantes edita la página Taller de Criptografía.

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