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Una de los puntos más sorprendentes de la LSSI es el apartado sobre responsabilidad en los hiperenlaces. Al parecer, el Gobierno cree que los que pongan un enlace a otra página han de ser responsables de lo que haya en dicha página. Para ponerles un análogo del mundo real, imaginen que alguien me pregunta la dirección del hotel Manoli. Yo, como bicho bien educado que soy, le doy las indicaciones oportunas. Resulta que el viajero iba al hotel a participar en una sesión de pederastia. Así que yo soy responsable en grado de complicidad, y voy al trullo de cabeza.

Malos tiempos para los buenos modales. Si la LSSI se aplicase en esa situación, yo tendría que comprobar la edad y antecedentes penales del viajero, después tendría que ir a la habitación de hotel donde le esperan, y luego podría volver y darle la dirección... bajo mi responsabilidad. Y menos mal que no me dio por prestarle un euro para el billete de autobús, que lo mismo me acusan también de financiar actividades ilícitas.

No hay duda, la LSSI es una fuente de disparates legislativos de la que aún veremos salir muchas tonterías. Pero al menos nos queda el consuelo de que hay gente aún más cazurra que nuestros ministros. Aquí se quieren depurar responsabilidades por los hipervínculos; en otros países quieren patentarlos.

Sí, señores, lo han oído bien: patentar enlaces. No un enlace en particular, sino el concepto de enlace. Resulta que la British Telecom afirma ser propietaria de una patente sobre un concepto denominado "página oculta", que muy liberalmente pretenden aplicar a los hiperenlaces que pueblan nuestra Red. Así que, ni cortos ni perezosos, anunciaron que los proveedores de Internet deben pagarles derechos.

De momento, la batalla legal se ha abierto en Estados Unidos, país por demás curioso en materia legal, donde un gato puede demandar a su dueño por falta de cariño y memeces semejantes. BT ha escogido como chivo expiatorio al proveedor Prodigy. En estos momentos, el juez debe estar decidiendo entre abrir juicio o mandar al demandante a freír espárragos.

Es el tipo de cosas que hacen rechinar los dientes a los empresarios. Es muy posible que BT no tenga base para su reclamación –a fin de cuentas, ¿no fue Tim Bernards-Lee y sus alegres proscritos quienes inventaron la Web hace más de una década?– pero te obliga a gastarte una pasta en abogados y pasar meses, si no años, con el alma en vilo. Es una táctica de desgaste que a menudo triunfa más por abandono del contrario que por la fuerza de los propios puños.

Después de aquel australiano que consiguió patentar la rueda, creía que ya estaba curado de espantos con eso de las patentes. Pero, con la manía de hacer despegar el comercio electrónico caiga quien caiga, parece que no hay idea demasiado extravagante. Aunque seguro que viene luego alguien y lo mejora. A fin de cuentas, también nos parecía descabellada la idea de un canon en los CD, y mirusté, ahí está. Ahora van a por los discos duros. Que patenten las ideas y acaben ya de una pastelera vez. Hala, aceptamos "enlace" como animal acuático.


Arturo Quirantes edita la página Taller de Criptografía.

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