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Cada vez que nuestros bienamados representantes políticos se reúnen para planificar nuestro futuro, lo hacen de manera tan discreta que no suele haber manera de enterarse hasta que es demasiado tarde. Eso suele ser especialmente cierto en el caso de medidas impopulares. En los raros casos en que se les pilla con las manos en la masa, ponen cara de inocentes y nos preguntan por qué nos preocupamos, si total, son solamente borradores de trabajo provisionales, no vinculantes, y aún no hay decidido nada. Y, claro, cuando nos dan ya la versión definitiva, lista para enviar al BOE, no queda más que la vieja receta del ajo y el agua.

Llevo años viendo este trapicheo. Y, los que ya me han leído unas cuantas veces, sabrán por dónde van mis tiros. Todo eso de los pinchazos “legales” a las comunicaciones, los almacenamientos de datos y demás zarandajas. Así que he decidido hacer de imitamonos, me he liado la manta a la cabeza y me he largado a los Londones, a participar en una anti-reunión conspirativa. Me invitó Simon Davies, de Privacy International –una mezcla entre David Casacuberta y Pablo Carbonell– y me hizo una oferta que no pude rechazar. Y allá que me fui, a la ciudad con mayor cantidad de videocámaras de vigilancia del mundo.

Nos reunimos gente muy interesante. En lugar de trapichear para redactar un nuevo tratado de cibercrimen, nos hemos dedicado justo a lo contrario: a conseguir de una vez por todas que dejen de tratarnos como delincuentes. No les repetiré nuestra vida y milagros en aquel fin de semana de septiembre, porque ya les he preparado una crónica dicharachera en Libertad Digital.

Lo que sí me gustaría compartir con ustedes es la trastienda, lo que se habla cuando se va el público y se quedan solas unas cuantas personas, representantes de muchas otras de diversos países, hablando tras unas pintas de cerveza y preguntándose unos a otros: ¿por qué nos odian tanto? ¿Qué hemos hecho los ciudadanos libres para convertirnos en sujetos bajo vigilancia permanente?

La verdad es que eso no lo hemos desentrañado. Sencillamente, hemos tomado como axioma que todo gobierno –democrático o dictatorial, popular o impopular, de izquierda o derechas– tiende hacia un grado máximo de control sobre sus ciudadanos, con independencia de las razones que le llevan a ello. Creo que lo llamaré Axioma de Quirantes, si no les molesta la inmodestia. Cualquiera que sea su nombre, tomémoslo como un hecho demostrado y ahora decidamos si nos gusta o no. Y si la respuesta es negativa, qué vamos a hacer para remediarlo.

Ahí es donde entran las reuniones internacionales. Cuando Manolo Gómez dio el primer grito de aviso sobre la LSSI, servidor intentó personalmente llevar la noticia a otras asociaciones europeas. Ni caso. Poco tiempo después llegaron leyes similares en Francia, en Italia, en Alemania... y así nos lució, que lo de divide y vencerás lo inventaron hace mucho tiempo, y lo cierto es que funciona.

Internet es un espacio muy dado a las iniciativas personales. Una gigantesca serranía de Ronda donde millones de Curros Jiménez defienden su territorio. Si aparece un enemigo, ya le atizaré un buen trabucazo, que diría el Algarrobo. El problema es que a los guerrilleros, si van cada uno a su bola, los acaban derrotando las fuerzas regulares. No importa lo bien que nos escondamos. Por eso es esencial colaborar en tareas de interés común, tanto a nivel nacional como internacional.

Parece mentira que, con lo que llevamos ya visto de película, aún no hayamos aprendido la lección. La unión hace la fuerza. Lo comprendieron nuestros gobernantes, cuando dejaron a un lado sus diferencias nacionales y se pusieron de acuerdo para amargarnos la existencia. En vez de tirar cada uno por su lado, a montar leyes a nivel europeo, tratados internacionales y acuerdos de colaboración a lo grande.

Por eso me alegra que gentes como Davies y su cuadrilla saquen tiempo y fuerzas de donde las haya para meternos a todos en la cabeza que, o nos ajuntamos, o no hay nada que hacer. No es que hayamos revolucionado el mundo de la protesta ciudadana, ni hemos fundado ninguna Federación de ONG Reunidas. Tampoco lo pretendíamos. Pero hemos salido de allí algo más unidos, más resueltos, y con la esperanza de que las cosas irán a mejor. Claro que no pretenderán que les cuente todo. Déjenme disfrutar un poquito más del halo de las reuniones conspirativas. Podría llegar a acostumbrarme y todo.

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