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En estos días parece que España, como dirían los políticos, se está subiendo al tren tecnológico. El nuevo satélite Hispasat ha sido lanzado rumbo al espacio, y la Armada dispone de una nueva fragata con capacidad antimisiles. Lo único que necesitamos, al parecer, es tener capacidad nuclear, pero con Bush hijo tan ansioso por apretar el gatillo, ciertas cosas mejor no meneallas.

Sin embargo, eso de subirse al tren tiene muchas lecturas. Nadie nos dice si viajamos en primera, o en el vagón de equipajes. Puede que nos confinen al vagón restaurante como camareros, a venderle cacahuetes a los viajeros. Viene esto a cuento porque cada noticia tiene dos caras, y no siempre disponemos de la capacidad de enterarnos de lo que pone en la cara B. Pero tranquilos, que vamos a echarle un vistazo.

Comencemos por la fragata. Tenemos un nuevo buque para nuestra Armada. Ha costado una pasta, pero no entraré ahora en eso. En realidad, no es una fragata, ya que los americanos lo consideran un crucero. Tiene un sofisticado sistema de rastreo de aviones, lo que lo convierte en una excelente plataforma antiaérea. Hasta aquí, todo bien. El problema es que se están empeñando en convencernos de que puede derribar cualquier avión en un radio de quinientos kilómetros, y que encima tiene capacidad antimisil. Al oirlo, parece como si ese buque pudiese él solito formar un escudo antimisil.

Bueno, vamos a ver. En primer lugar, ese barco puede detectar aviones a 500 kilómetros, pero para derribarlos tienen que estar bastante más cerca. En segundo lugar, de escudo antimisiles, nada. Tiene la capacidad de derribar aviones y misiles antibuque, cierto, pero de ahí no pasa. De hecho, su misión es la de proporcionar cobertura antiaérea a la flota, no la de hacer de piquete antimisiles. Si Aznar cree que con ese barquito ningún misil Scud osará acercarse a, digamos, Barcelona sin ser derribado, mejor que le contraten a otro asesor militar (uno que, de paso, le explique que como civil no puede hacer el saludo militar cuando preside un desfile).

En realidad, el superbarquito que nos venden es de una tecnología excelente..., pero con un cuarto de siglo a sus espaldas. Y, por cierto, es el mismo tipo de buque que una vez se quedó tirado en medio del océano porque sus ordenadores no podían dividir por cero (ver “Popeye el informático soy”). Ahora funciona bien, supongo, y comparado con lo que tenemos aquí será una maravilla tecnológica. Pero de escudo, nada, monada. Eso sí, cuando nos tiremos los trastos con los moros por otra isla Perejil, nos vendrá de miedo: cargamos la isla en el barco, nos la llevamos y asunto resuelto. Claro que a lo mejor se lían a pedradas con él, y no sé yo si dispone de capacidad antiguijarros.

Y ahora, lo del Hispasat. Considerando que es un satélite de comunicaciones comercial, construido para una empresa, no entiendo qué pinta el ministro Piqué en Cabo Cañaveral. Vale, queda muy bien eso de hacerse la foto, y aunque aprovecharía mejor su tiempo trabajando en Madrid tampoco vamos a negarle al muchacho la oportunidad de salir en el telediario.

Ahora bien, señor Piqué, no haga el ridículo diciendo que el lanzamiento del Hispasat es un evento único e irrepetible. Puede que a usted se le caiga la baba, pero le aseguro que el lanzamiento de un satélite es un hecho que hoy día borda lo rutinario. Hay miles de cacharros flotando por el espacio, y se están lanzando satélites a punta de pala. Tal vez lo traicionó el subconsciente, y lo que quería decir era “no voy a volver a ver algo así, total, dentro de unos meses me veo sustituyendo a Pujol”.

Ya sabemos que tiene usted la mente en otra parte. Pero que usted ya considere el ministerio de Ciencia y Tecnología como pasarela no significa que no deba disimular un poquito, que parecía usted Paco Martínez Soria cuando lo llevan a la ciudad, sólo que con unos prismáticos de ópera en lugar de la cesta de los pollos. ¿No ve usted que hay mucho plumífero desalmado que puede tomarle el pelo, escribir una columna como esta y publicarla en la Red?

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