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He leído por algún lado que cierta sociedad de autores, de cuyo nombre no quiero acordarme, se está planteando denunciar al Estado por no defenderles lo bastante bien. Por lo visto, la idea de eximir a hoteles y bares del diezmo –perdón, debí haber dicho canon– no les parece bien. Así que pensé en echarle un e-mail a mi amigo Salvatore para que me aclare la cuestión, no vaya esto a crear moda y decidan luego denunciar a la Unión Europea, la OTAN, la ONU, el SEPLA, el Instituto de Astrofísica de Andalucía y el Sindicato de Obreros del Campo.

Pero mientras estaba en la tarea, me ha llegado otro mensaje. Lo firma "El Magnánimo" (no es coña), y me remite una etiqueta que ha encontrado pegada en un CD de música. Recordarán que hay ciertos sistemas de protección anticopia que pueden dejarte el ordenador frito. Al parecer, la Sociedad del Diezmo Digital ya no se contentan con matar bien muertos (estilo Raid) nuestros derechos al uso legítimo y a la copia para uso personal, sino que encima pretende decirnos en qué reproductores podemos oír nuestra música, y en cuáles no.

Sin embargo, el aviso se las trae. Se lo adjunto, para que tomen nota:

"ADVERTENCIA. Este disco está provisto de un dispositivo para impedir su copia digital, que puede impedir la audición de la grabación en ordenadores personales y/o dañar dichos equipos, en consolas de videojuegos, en reproductores y cargadores de CD y DVD de automóviles, así como en otros reproductores de CD-ROM y DVD-ROM".

No sé a ustedes, pero a mí, una vez leído la parrafada anterior, me entró la duda sobre si ese disco podría ser reproducido en algún sitio. Porque vamos a ver: no puedo oirlo en el ordenador de casa, ni en el del trabajo, ni en la videoconsola (que si vale una pasta, por lo menos vamos a amortizarla), ni en el equipo del coche. Esto último me dejó especialmente planchado. Porque vamos a ver, que tengan sospechas de que pueda grabar el CD en el disco duro de mi ordenador, aún lo entiendo. Va contra la presunción de inocencia, pero vale, puedo hacerle una copia.

Pero resulta que en el coche tengo un cargador de CD que me costó una pasta. Creía que bastaba con llenarlo de discos para poder conducir por ahí con la música a cuestas. ¡Pues no! La Sociedad del Diezmo ha decidido que no puedo oír la música que yo he comprado legalmente en el equipo de música que yo he comprado legalmente, solamente porque lo tengo instalado en un coche.

A ver si va a resultar que han inventado un canon por transporte de música. Pues entonces a ver qué hago con mi radio walkman recién comprado, señores. Porque aunque me quede quieto en el sitio, las ondas de radio viajan a la velocidad de la luz. Luego dirán que la culpa de la piratería la tiene el Top Manta. Pero al menos ellos no me dicen dónde puedo reproducir el disco o no. Me lo venden, yo lo oigo donde me sale de las narices, y todos tan contentos.

A mí, la verdad, me suena a uno de esos “y si cuela, cuela.” Me recuerda a una papelería cercana a mi casa, cuya puerta lateral tenía un escalofriante aviso de “peligro, puerta electrificada, peligro de muerte”. Seguro que era rollo patatero, pero el caso es que nunca lo comprobé. Hay cámaras de seguridad que no funcionan, carteles de “cuidado con el perro” sin perro, y en el Reino Unido hasta inventaron un policía de cartón. Lo ponían al borde de las autopistas y, por si las moscas, la gente frenaba y se portaba bien.

Tengo que reconocer que los antipiratería se lo montan bien. Si cuela, cuela; y si resulta que el sistema anticopia es tan malafollá que defiende el disco cargándose el reproductor, a mí plim, ya estaba usted avisado. Pues no cuela, majos. Por mi parte, pienso hacer caso omiso de esos letreros, devolver a la tienda todos los discos que no funcionen en el coche o el ordenador, y denunciar a la discográfica y a la madre que las parió si resulta que uno de sus discos se ha cargado mi ordenador. Le diría que hiciesen lo mismo, pero a lo peor me denuncian a mí por incitar a la piratería, o como se diría en lenguaje post-11S, al terrorismo musical. Aparte de eso, usted ya me entiende.

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