La vuelta de Nicolás Redondo se produce en un momento especialmente crítico. Cuando Juan José Ibarretxe “obliga” a los demás –del rey abajo– a salir de su ambigüedad. Cuando se dice que es el PNV quien sale de ese estado, o se muestra sorpresa, se están poniendo en berlina las propias deficiencias, no las del PNV. En eso hay que decir que el PNV nunca ha engañado: es un partido totalitario cuya voluntad inequívoca es la independencia y, después, la depuración étnica como partido único.
Ibarretxe ha dejado sin discurso a los “pactistas” y a los acomplejados. Se lo dejó muy claro el 27 de septiembre a Patxi López, cuando éste, a pesar de la que estaba cayendo, le pedía que retrasara toda decisión hasta que Zapatero llegara al poder, como si Zapatero fuera a ceder, pero mientras tanto convendría mantener oculta la impostura. Ibarretxe le contestó: “no podemos esperar a que Zapatero gane las elecciones”. O no cree en ese escenario o le da lo mismo. También dejaba en evidencia a Mariano Rajoy, que representa hoy en el Gobierno la actitud lanar ante los peneuvistas.
No hay resquicio ya para el “diálogo”, ese sinónimo de la cesión y la cobardía, que lleva funcionando desde el comienzo de la Transición, y que fue proyección del complejo de culpa de la cúpula dirigente franquista, encabezada por Adolfo Suárez. La historia de la Transición es la de la cesión permanente.
Es, con todo, un proceso inacabado. Si los nacionalistas se salieran con la suya –Artur Mas ya ha anunciado su intención de igualar o superar el órdago de Ibarretxe– la revisión de la Transición tendría consecuencias en el presente. Habría que reinventar “lo que queda de España”, que ya no podría ser una monarquía constitucional.
La vuelta de Nicolás Redondo –cuando el discurso de Patxi López ha quedado en ridículo, y cuando el tonto útil de Odón Elorza teme ser superado por un Roman Sodupe, al que ha legitimado– es una magnífica noticia, en este horizonte de conflicto civil que ha abierto Ibarretxe. “No hay tiempo para las dudas, ni espacio para la comprensión y la equidistancia”. Es diagnóstico claro y acertado. Se le echaba de menos. Está en plena forma. Es un refuerzo de primer nivel para la causa de la libertad.
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