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Enrique de Diego

El islamismo, secta destructiva

La religión musulmana, que desde la desaparición del califato otomano en 1927 vive una situación peculiar de sede vacante, de falta de dirección política y religiosa “legítima”, está produciendo los peores criminales, los seres más inmundos de la especie, desde los terroristas suicidas palestinos, a los que en Bali han perpetrado un atentado de terrorismo indiscriminado, que se mueve en el mismo esquema que el de las Torres Gemelas.

Las dimensiones de la tragedia, el mismo sentido de odio que encierra, muestra bien a las claras que el diagnóstico acertado de la situación es el de George Bush y que nos enfrentamos a un serio peligro de terrorismo islámico, que debe ser afrontado de manera clara. Las autoridades australianas apuntan a Jemaah Islamiah, la Al Qaeda indonesia, como la autora del exterminio de más de ciento ochenta turistas. En Indonesia y en Malasia las autoridades han “tolerado” y han alentado al integrismo. Son naciones, además, especialmente la última, desde las que se hacen los movimientos de dinero para los grupos terroristas que asolan el sur de Filipinas.

Todo terrorismo parte de una idea que trata de llevar a sus últimas consecuencias, a su pureza peligrosa. Los terroristas islámicos encuentran en la abrumadora legitimación de la violencia de El Corán, sobre el que no hay debate, sólo se recita, argumentos para su perversa inhumanidad. El islamismo adquiere tonos crecientes de secta destructiva, mientras Occidente en su sesteo ha permitido en los últimos años que el laicismo fuera diezmado y perseguido en las sociedades musulmanas. Los atentados contra el turismo son una de las constantes del integrismo, que no puede soportar el contacto con la impureza, pero que, además, no contempla ningún criterio racional, ni económico, y apuesta por la pobreza de sus sociedades. El efecto negativo de este atentado en el turismo será muy fuerte en Bali, pero no sólo.

Mientras tanto, en Francia se somete a juicio a intelectuales por hacer críticas al Islam, en un intento de volver a los tiempos de la Inquisición y al delito de blasfemia. Desde las cátedras polanquistas se nos advierte contra la “islamofobia”, mientras no se hace la más mínima crítica al integrismo, a la “occidentalofobia”, que es la que se está cobrando víctimas.

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